jueves, 5 de marzo de 2015

DESCONFIANZA E INCREDULIDAD

Por Armando Maya Castro

En una entrevista con el diario Financial Times, el presidente Enrique Peña Nieto reconoció que en México existe, sin lugar a dudas, “una sensación de incredulidad y desconfianza... ha habido una pérdida de confianza y esto ha generado suspicacia y duda". 

Peña Nieto tiene razón en lo que declara: al México escéptico de hoy, las acciones y mensajes de gobierno, así como las promesas de campaña de los aspirantes a los diversos cargos de elección popular, le inspiran muy poca confianza. Desde hace varios años, pero más marcadamente en la actualidad, en nuestro país se observan altos niveles de desconfianza en las instituciones y en las personas que ocupan los espacios públicos. No se confía, como debiera, en la policía, ni en los partidos políticos, ni en los sindicatos.

Las declaraciones que el presidente de México dio al diario británico se referían evidentemente a las dudas y desconfianza de los mexicanos en relación a su gobierno. Y es que él, mejor que nadie, sabe que muy pocos creen en la versión que ha dado la Procuraduría General de la República (PGR), en el sentido de que los 43 normalistas de Ayotzinapa fueron asesinados y quemados en septiembre de 2014. Si creyeran, como lo anhela el gobierno federal, los familiares de las víctimas habrían dejado de protestar y de exigir la presentación con vida de los estudiantes desaparecidos.

El gran reto de la actual administración es recuperar la confianza perdida, algo que no es imposible, pero sí difícil, tomando en cuenta que la incredulidad del pueblo va mucho más allá del caso Ayotzinapa. Los mexicanos dudan por muchas cosas, entre ellas las reformas económicas que impulsó el Jefe del Ejecutivo Federal, quien ha dicho una y otra vez que todas ellas le dan a México certeza y rumbo como nación, ya que ofrecen fortaleza al país y mayores posibilidades de prosperidad a los mexicanos. Por ello, “poner las reformas en acción seguirá siendo un asunto de primer orden para los siguientes años de mi administración”, señaló Peña Nieto el pasado 5 de febrero. La anterior declaración, y muchas otras que el primer mandatario de la nación ha hecho en ese mismo sentido, no han logrado convencer a la totalidad de los mexicanos. 

Hoy, a diferencia del pasado, los mexicanos necesitan algo más que promesas y discursos para creer en las instituciones y en las buenas intenciones de las autoridades de los tres niveles de gobierno. Y es que, desde hace varias décadas, los mexicanos han dejado de informarse del discurso oficial y se informan de lo que circula en redes sociales y en los medios de comunicación, en donde encuentran información fresca sobre lo que ocurre en el entorno político de la gestión pública. En esos medios se enteran del creciente deterioro moral de los políticos que se valen de su posición para apoderarse de recursos del erario, sin que les importe que sus corruptelas se traduzcan en un lamentable incremento de la pobreza, atraso, subdesarrollo y miseria.

Son tan elevados los niveles de incredulidad, que muy pocos mexicanos creen que el Sistema Nacional Anticorrupción que impulsa Peña Nieto –en proceso de aprobación en el Congreso– vaya a terminar con los casos de corrupción política en nuestro país. Las dudas se incrementan si tomamos en cuenta que, al aprobar las reformas en materia de anticorrupción, los diputados desecharon la propuesta de que el Jefe del Ejecutivo pueda ser sancionado en caso de incurrir en actos de corrupción o en faltas administrativas graves como el conflicto de interés. Ante esta situación es obligado preguntarnos: ¿tiene no tiene razón para dudar el pueblo de México?


Twitter: @armayacastro

http://www.el-mexicano.com.mx/informacion/editoriales/3/16/editorial/2015/03/05/833222/en-plan-reflexivo

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