jueves, 15 de mayo de 2014

“EDUCAR PARA EL RESPETO, LA TOLERANCIA Y LA PAZ”

Por Armando Maya Castro

Excelentes noticias en materia de libertad y diversidad religiosa nos llegan desde Chiapas, un estado que desde hace más de cinco décadas ha sido golpeado con excesivo rigor y crueldad por el flagelo de la intolerancia religiosa.

En esa entidad, una de las más pobres y rezagadas de México, comenzó el despliegue del programa “Educar para el respeto, la tolerancia y la paz”, que busca proteger y fomentar el respeto, la tolerancia y la no discriminación entre las personas y grupos que practican diferentes creencias religiosas en una misma comunidad o municipio.

Con la implementación de dicho programa en las instituciones educativas de nivel básico, la administración del gobernador Manuel Velasco Coello reafirma su compromiso con los ciudadanos de los 122 municipios de Chiapas, buscando inculcar en los niños y adolescentes de las casi 20 mil escuelas de la entidad, el respeto a las distintas creencias religiosas.

La noticia es buena porque abona a la paz social. Es buena porque los habitantes de esa entidad sufren demasiado con los problemas derivados de la pobreza y la marginación como para estar sufriendo también los estragos de la intolerancia religiosa, práctica criminal que es muy frecuente en el estado de Chiapas, sobre todo en las comunidades de la llamada región de Los Altos.

La violencia desplegada por los grupos y personas intolerantes ha hecho de Chiapas el estado más prolífico en casos de intolerancia religiosa, un mal que ha obligado a decenas de miles de evangélicos a abandonar sus lugares de origen al estar en peligro su integridad física, sus familias y su libertad.

La sociedad chiapaneca espera el cabal cumplimiento del programa “Educar para el respeto, la tolerancia y la paz”. Espera que, por encima de intereses personales y de grupos, el programa se mantenga activo y vigente en las instituciones educativas y logre responder a las expectativas de paz que ha generado a nivel mediático. Si lo consigue, como esperamos todos los mexicanos, dicho programa logrará ser un coadyuvante en la formación de nuevas generaciones de chiapanecos, dotados de valores que les permitan respetar y aceptar la existencia de otras formas de vida, creencias e ideas.  

La intolerancia religiosa es el resultado del concepto que de su credo tienen los miembros de las religiones mayoritarias: “mi religión es la verdadera, la única; las demás iglesias son falsas, por lo tanto no tienen derecho a existir”. Este penoso mal comenzó a hacer de las suyas en Chiapas el 29 de junio de 1962. Ese día, incumpliendo lo ordenado por el artículo 24 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, los fundamentalistas católicos de la comunidad de Chanal, perteneciente al municipio de San Juan Chamula, expulsaron a 48 evangélicos de esa localidad.

Hoy, a casi 52 años de ese lamentable acontecimiento, el desprecio y las violaciones de los derechos humanos en varias comunidades de ese estado siguen siendo una constante. Me refiero, evidentemente, a las innumerables expulsiones, la quema y destrucción de casas, los cortes de agua y energía eléctrica, las amenazas y despojos en agravio de los integrantes de las minorías religiosas, etcétera.

El programa del Gobierno de Chiapas responde (aunque sea parcialmente) al llamado que diversas organizaciones civiles y grupos evangélicos dirigieron en junio de 2013 al gobernador Velasco Coello. A través de una misiva, los firmantes denunciaron firmemente y en los siguientes términos el incremento de la intolerancia religiosa: “Derivado de la administración anterior (de Juan Sabines), en los últimos años han ido creciendo los casos de intolerancia religiosa en Chiapas, sin que algún funcionario público haya tomado en serio la atención de esta problemática que lastima de manera considerable a la sociedad chiapaneca. En muchos de los casos se han esperado acciones concretas para la atención y la aplicación de la ley para el restablecimiento del Estado de Derecho, pero esto nunca ha sucedido” (Proceso, 25 de junio de 2013).


Los habitantes de Chiapas esperan que en lo sucesivo todo sea distinto. Esperan que sus autoridades se empleen a fondo para acabar con la impunidad que rodea a la mayoría de los casos de intolerancia religiosa. En mi opinión, esto sólo se logrará si las instancias competentes dejan de ser omisas y aplican las sanciones correspondientes a quienes promueven de diferentes maneras la intolerancia religiosa, un mal que, por bien de todo México, debe ser erradicado.

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