miércoles, 19 de marzo de 2014

"EL PETRÓLEO HA SIDO NACIONALIZADO"

Por Armando Maya Castro

El general Lázaro Cárdenas del Río, rodeado de sus colaboradores, anuncia la nacionalización del petróleo mexicano


Ayer se cumplieron 76 años de la nacionalización de la industria petrolera, un hecho histórico que reviste gran importancia y el más alto interés nacional. La celebración del suceso me impulsó a escribir sobre la polémica reforma energética, promulgada por el presidente Enrique Peña Nieto el 20 de diciembre de 2013.

Diversos analistas han aplaudido dicha reforma, pues la consideran necesaria para generar crecimiento económico y para una mejor distribución del ingreso con los recursos provenientes de la industria petrolera. Esas voces aseguran que la modificación en cuestión se traducirá en la creación de cientos de miles de empleos y, por ende, en mejores condiciones de vida para la ciudadanía.

Pero no todos son de la misma opinión. Hay voces que aseguran que la reforma energética responde a las exigencias de Washington y a los intereses de un grupúsculo de empresarios mexicanos y extranjeros. Los que así piensan sostienen que la modificación de los artículos 25, 27 y 28 de la Constitución Política Mexicana representa la entrega del país a intereses ajenos, lo que asesta un golpe contundente al decreto expropiatorio emitido por el General Lázaro Cárdenas del Río, la noche del 18 de marzo de 1938.

Este hecho nos lleva a recordar que la nacionalización del petróleo intentó ponerle fin a la intolerable actitud de las compañías petroleras frente al país y al gobierno constituido. John Mason Hart nos dice que esa fecha [la de la expropiación] "fue recordada durante décadas por los dueños, administradores y empleados de las compañías estadounidenses como una jornada de 'hurto' y 'robo'. Poco después, Cárdenas ofreció pagar a las compañías con base en la cláusula de compensación de diez años inscrita en la ley de expropiación de 1936".

Para entender la necesidad de la expropiación petrolera, me remontaré a los últimos 20 años del siglo XIX. Por concesiones que Porfirio Díaz les concedió, se establecieron en el sur de Tamaulipas y en el norte de Veracruz diversas empresas petroleras procedentes de Inglaterra, Estados Unidos y Holanda. Estas compañías eran la "Pearson Son. Ltd" (de donde surge "El Águila"), la "Huasteca Petroleum Co" y la Trascontinental de Petróleo, S. A.". Tiempo después se instalaron en territorio mexicano la "San Mateo, S. A." y "Álamo de Pánuco, S. A.", entre otras. Durante su permanencia en nuestro país, estas empresas adquirieron terrenos a precios irrisorios, procedieron con prepotencia, defraudaron al fisco y adeudaron casi 30 millones de sueldos a sus trabajadores.

Gustavo Vidal Manzanares nos presenta una anécdota que demuestra la prepotencia de lo que él llama "mastodónticas compañías del crudo": "Cuando Lázaro Cárdenas, al mando de un destacamento, se propuso cruzar los pozos petroleros de Cerro Azul y Potrero del Llano, se encontró vallas de hierro que cerraban los caminos. ‘Prohibido el paso’. Tras identificarse, hubo de esperar más de una hora para que le franquearan el paso". Esto sucedió cuando Cárdenas se desempeñaba como Jefe de Operaciones Militares en la zona de las Huastecas y el Istmo, años antes de que ascendiera a la Presidencia de la República.

Desde su establecimiento en territorio mexicano, el actuar de estas compañías fue arbitrario y en perjuicio de los intereses de México. El autor antes mencionado, basado en un informe que los juristas Efraín Buenrostro, Mariano Moctezuma y Jesús Silva Herzog presentaron en 1937, señala:Los peritos descubrieron que [las compañías] evadían impuestos al registrar ganancias anuales de 22 millones de pesos cuando en realidad superaban cincuenta”. Entre agosto y octubre de 1937, Cárdenas buscó un acuerdo con las petroleras, las cuales se mantuvieron en la postura de no pagar, pese a que la Suprema Corte de Justicia falló a favor de los trabajadores.

Esta negativa hizo que el presidente de México tomara la decisión que ayer celebramos. A las 11 de la noche del 18 de marzo de 1938, a través de la radio, se escuchó decir al presidente Lázaro Cárdenas: "El petróleo ha sido nacionalizado". Con excepción de ciertos sectores de derecha y anticardenistas, la medida gubernamental fue aplaudida y respaldada por la totalidad de los ciudadanos, quienes se desprendieron de dinero, anillos de bodas, brazaletes y pendientes para pagar los bienes petroleros expropiados.

El pueblo de México ya pagó, pero volverá a pagar –nos dice John M. Ackerman–, “pero en esta ocasión el monto será mucho mayor, las contribuciones serán obligatorias y no serán motivo de orgullo, sino de indignación”. El columnista del diario La Jornada y del semanario Proceso tiene razón, como también la tiene cuando afirma que con la reforma  en comento “se allana el camino para el saqueo de la riqueza nacional por las empresas petroleras trasnacionales”.


Con la patriótica decisión de Cárdenas, al menos a 17 empresas extranjeras se les quitó poder para explotar el petróleo. En lo sucesivo, el petróleo sería para beneficio exclusivo de los mexicanos, algo que no ha ocurrido debido a la corrupción que ha imperado en Pemex, así como a los constantes gasolinazos que nos impuso el tristemente célebre Felipe Calderón Hinojosa. ¿Logrará la reforma energética el fin de los gasolinazos y que los mexicanos disfrutemos –como es justo– de la riqueza petrolera de México? Ojalá que así sea, pero temo que esto no suceda. 

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