martes, 26 de noviembre de 2013

PORFIRIO DÍAZ, UN LIBERAL QUE ACTUÓ COMO CONSERVADOR

Por Armando Maya Castro
Porfirio Díaz, el liberal que favoreció a la Iglesia católica desde su ascenso al poder hasta el final de su prolongada dictadura

Las acciones de un gobernante pueden granjearle el aprecio, simpatía y admiración de sus gobernados, o bien el desprecio de éstos. En México hemos tenido gobernantes que, una vez llegados al poder, se han convertido en auténticos opresores. Los casos más ilustrativos, aunque no los únicos, los tenemos en Antonio López de Santa Anna, que tuvo la osadía de vender a la Patria misma; en el dictador Porfirio Díaz, quien favoreció a los ricos de México olvidando a los campesinos y obreros del país, explotados con jornadas agotadoras de trabajo de sol a sol; y en Victoriano Huerta, el chacal, asesino de Francisco I. Madero, Pino Suarez y Belisario Domínguez.

Hoy escribiré únicamente de Porfirio Díaz, el hombre que se enroló en el ejército a la edad de 16 años, formando parte de esa generación de liberales que en el siglo XIX lucharon porque todas las libertades individuales del ciudadano fueran garantizadas en las leyes de aquella época.

"En la Guerra de Reforma, Díaz participó activamente en contra de los conservadores, y tras el triunfo liberal, fue elegido diputado del Congreso de la Unión. Durante la intervención francesa participó en la batalla de Puebla en 1862 y, al año siguiente, fue hecho prisionero en esa ciudad, de donde logró escapar. Tomó Taxco y ocupó Oaxaca, siendo gobernador del estado entre diciembre de 1863 y febrero de 1864; invitado por Maximiliano a colaborar con su gobierno, rechazó enérgicamente a los emisarios del emperador y amenazó con fusilar a cualquier otra persona que llegara con el mismo ofrecimiento. Cuando las fuerzas franco-mexicanas vuelven a tomar la ciudad de Oaxaca, Díaz logra huir e inicia una serie de victorias militares que culminan con la liberación de Puebla el 2 de abril de 1867 y la ocupación de la ciudad de México en junio del mismo año” (Delgado de Cantú, Gloria M., Historia de México 1. El Proceso de gestación de un pueblo. Pearson Educación, México, 2000, p. 482).

Hasta aquí todo iba bien. El problema comenzó después de asumir la presidencia de la República, el 23 de noviembre de 1876. Aunque Díaz siguió ufanándose de ser un liberal y republicano federalista, en el terreno de los hechos demostraba todo lo contrario, dándose a la tarea de cumplir el sueño de los conservadores más intransigentes, esos que tenían el compromiso moral de favorecer las exigencias de privilegios de la jerarquía católica.

Nadie en su sano juicio puede negar los avances que hubo en la dictadura de Porfirio Díaz, un gobernante que impulsó la creación de nuevas plantas industriales, la extensión de las vías del ferrocarril, la realización de diversas obras públicas, el mejoramiento de puertos y la construcción de edificios públicos, etcétera.

El problema es que en ese tiempo hubo retrocesos que le hicieron mucho daño a la vida de la nación: la Iglesia católica recuperó rápidamente el monopolio religioso que la Constitución de 1857 y las Leyes de Reforma le habían arrebatado. Todo esto sucedió porque al dictador le faltó el valor de someter a los clérigos a la Constitución de 1857, permitiendo con ello la rápida recuperación de la Iglesia católica.

Desde la promulgación de la Constitución antes mencionada, la Iglesia católica se opuso abiertamente a varios de sus artículos, entre ellos el 13, que "prohibía los juicios por tribunales especiales, los fueros y los emolumentos que no fueran compensación de un servicio público ni estuvieran fijados por la ley". Se opuso asimismo al artículo 5°, que "establecía que la ley no podía autorizar ningún contrato que tuviera por objeto la pérdida o el irrevocable sacrificio de la libertad del hombre por causa de voto religioso".

La Iglesia católica se manifestó también en contra del artículo 7° constitucional, que consagraba la libertad de imprenta “sin considerar como un límite a ésta el dogma católico”. Rechazo similar de parte del clero recibió también el artículo 3°, que consagraba la libertad de enseñanza “sin imponer tampoco límite alguno relacionado con la religión católica” (Serrano Migallón, Fernando, Historia mínima de las constituciones en México, El Colegio de México, 2013).

Pablo G. Macías describe en breves palabras la actuación de la Iglesia durante la dictadura: “Las Leyes de Reforma y la Constitución de 1857 frenaron repentinamente la avaricia del clero, pero pocos años después, durante el largo periodo dictatorial de Porfirio Díaz, el país cae en el letargo de una paz ‘sangrienta’ mantenida con mano de hierro, y la Iglesia vuelve a recuperar sus perdidos fueros, a ser dueña y señora del país, y a imponer sus designios en los asuntos del Estado” ( Macías, Pablo G., Judas está vivo, Ediciones del Autor, México, 1946, pp. 158, 159).

Es importante aclarar que Díaz no anuló las Leyes de Reforma, pero tampoco exigió a lo largo de su gestión el cumplimiento de las mismas. En vez de ello aplicó una política de conciliación con la Iglesia católica, lo que le granjeó la admiración y reconocimiento del clero, mas no así el del pueblo de México.


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