jueves, 26 de diciembre de 2013

FIESTAS DECEMBRINAS Y CONSUMISMO



Por Armando Maya Castro


La semana anterior a navidad la gente compartía comida y bebida en las posadas, fiestas populares que se efectúan cada año del 16 al 24 de diciembre. Se realizan supuestamente en memoria del "peregrinaje de María y José desde su salida de Nazaret hasta Belén, donde buscan un lugar para alojarse y esperar el nacimiento del niño Jesús". 

Al término de las posadas llegó la navidad con toda su parafernalia: adornos, foquitos, regalos, cenas, buenos deseos, etcétera. Antes de esta festividad de origen católico, la gente le restó importancia a sus problemas económicos y se dedicó a comprar para regalarse y participar en el intercambio de regalos, práctica noble que debería realizarse conforme a nuestras posibilidades.

La gente tiene en puerta un motivo más de celebración: la llegada del 2014, en el transcurso del cual seguiremos teniendo serios problemas económicos, más allá de los cálculos de los expertos en economía y de las virtudes que se le atribuyen a las llamadas reformas estructurales, en particular a la energética.

Nuestra sociedad, hay que reconocerlo, es una sociedad consumista, que no se limita a felicitar y desear buenas cosas a sus familiares y amigos en una época como esta. Somos, además, una sociedad sin cultura del ahorro, que cede fácilmente al ofrecimiento de préstamos especiales que los bancos suelen hacernos desde la última semana de noviembre.

Lamentablemente, la televisión y los demás medios de comunicación deslumbran y convencen a la gente que quiere vivir por encima de sus posibilidades, haciéndole creer que una navidad feliz solo puede ser posible con una buena cena y con regalos costosos. 

La costumbre de tener mucho y de recibir cada vez más es algo característico de la gente de hoy, cuyo objetivo principal es tener más para disfrutar más, aunque a veces esto termine complicándole la existencia. 

Pese a nuestras manifiestas limitaciones económicas, tenemos la inclinación de adquirir irracionalmente para deslumbrar a las personas que nos rodean, pensando –sin ningún sustento– que lo importante en la vida es tener, viajar, disfrutar, ganar, etcétera.

Esta costumbre nos ha llevado a convertir las fechas festivas de nuestro calendario en oportunidades para el derroche y el consumismo, prácticas que nos convierten en víctimas recurrentes de las estrategias de mercadotecnia, tan de moda en nuestro tiempo. 

Así lo demuestra el inquieto transitar de los buscadores de novedades y gangas que al término de las festividades navideñas y de fin de año resultan seriamente afectados por fuertes síndromes depresivos, ansiedad, angustia, estrés y fatiga, resultado de haber dilapidado, sin control ni perspectiva, el patrimonio personal.

El 15 de enero del presente año, Lucía Amelia Ledezma, psicóloga clínica del Centro Médico Nacional 20 de Noviembre, del ISSSTE, explicó la manera en que nos afectan emocionalmente los gastos decembrinos y la llamada cuesta de enero: “El componente ansioso se eleva, dado que se incrementan también los gastos de enero. Las presiones que se van añadiendo pueden incrementar la sintomatología tanto ansiosa como depresiva en las personas".

El asunto es que diciembre es un mes que trae consigo importantes ingresos como el aguinaldo, que proporciona euforia en quienes se saben poseedores de un poder adquisitivo que los expone al consumismo. El problema se presenta con la llegada de enero, mes en el que muchos consumistas caen en angustia al sentirse incapaces de cubrir sus expectativas personales o familiares. 

Estos problemas podrían evitarse siendo cautos al gastar. Se evitarían también pensando que tras la recepción del aguinaldo llegará enero y, con él, el alza tradicional en los precios de los productos de la canasta familiar, así como el pago de las compras decembrinas, la luz, la renta y el teléfono.

Ojalá fuera diferente, pero tenemos que admitir que la celebración del año nuevo viene también de la mano de una connotación consumista, ya que la gente ha olvidado que una ocasión tan especial es mucho más que cena, brindis, dádivas y regalos. 

Me uno al sentir de quienes consideran este acontecimiento como la ocasión propicia para reflexionar seriamente en lo que hicimos o dejamos de hacer durante el año. Nada justifica la omisión de un balance de esta naturaleza, que nos indique si hubo avances a retrocesos en lo personal, familiar y laboral. 

Todas las personas, incluso aquellas que carecen de poder adquisitivo para comprar presentes en esta temporada, tenemos la capacidad de dar amor, virtud que proporciona cosas reales e imperecederas; cosas mucho más valiosas que las que se adquieren en los establecimientos comerciales. Estará de acuerdo conmigo que las cosas materiales son transitorias y perecederas, mientras que el amor –como dijera el Apóstol Pablo– nunca deja de ser.

Aprovecho este espacio para desear a mis lectores un feliz y próspero año nuevo.

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