lunes, 30 de septiembre de 2013

FRANCIA, A LA VANGUARDIA EN MATERIA DE LAICIDAD

Por Armando Maya Castro
El ministro de Educación francés, Vicent Peillon, durante la presentación de la Carta de la Laicidad en un liceo de París. El peculiar manifiesto debe figurar en un lugar visible de colegios e institutos franceses
En Francia, desde el pasado 9 de septiembre se exhibe en un lugar visible de las casi 60 mil escuelas públicas de ese país, la Carta de la Laicidad, promovida por el presidente François Hollande y su Ministro de Educación Vincent Peillon. Se trata de una declaración de principios, derechos y deberes republicanos, compuesta por 15 "mandamientos", que tiene como objeto reforzar la enseñanza del laicismo y la promoción de la igualdad, la libertad y la fraternidad entre alumnas y alumnos.

El artículo primero de este documento define a Francia como "una República indivisible, laica, democrática y social que respeta todas las creencias". El artículo 2 explica que “la República laica organiza la separación entre religión y Estado”, al tiempo de recordar que “no existe una religión de Estado”. El tercero deja en claro que el laicismo “garantiza la libertad de conciencia”: “Cada uno es libre de creer o de no creer y puede expresar libremente sus convicciones”.

La Carta de la Laicidad, que pretende consolidar el Estado laico en su dimensión educativa, garantiza “la libertad de expresión de los alumnos” (artículo 8), el “rechazo de todas las violencias y las discriminaciones” y “la igualdad entre niñas y niños” (artículo 9), obligando al personal escolar a “transmitir a los alumnos el sentido y los valores del laicismo” (artículo 10).

Los artículos 12, 13 y 14 de la Carta de la Laicidad –que algunas voces católicas han calificado como un documento brutal e impropio de un país democrático– enseñan a los estudiantes los límites de su libertad: no pueden “contestar los contenidos de lo que se les enseña” ni “exhibir ostensiblemente símbolos o prendas religiosas”, ni faltar a las clases “alegando motivos religiosos o políticos”. El más polémico es el artículo 14, que afirma: “En los centros públicos, las reglas de vida en los diferentes espacios […] respetan el laicismo. Está prohibido portar signos o prendas con las que los alumnos manifiesten ostensiblemente su pertenencia religiosa”.

Mientras Francia avanza en la consolidación de la laicidad, en nuestro país la educación pública de carácter laico a cargo del Estado sigue estando amenazada. Y se encuentra así no sólo por el discurso de la jerarquía católica que no cesa de reclamar el derecho a la educación religiosa como expresión de la libertad religiosa, sino también por las acciones de una clase política que ha sido y quiere seguir siendo condescendiente con las exigencias clericales.

Todo parece indicar que el proceder de estos políticos busca dinamitar un legado que se remonta al tiempo en que el doctor Valentín Gómez Farías fungió como presidente de México. La presencia de este destacado político en la presidencia le brindó al grupo liberal al que pertenecía la oportunidad de intentar la reforma para transformar la estructura económica y social heredada de la colonia.

Formaban parte de aquel grupo los liberales Francisco García Salinas, Andrés Quintana Roo, Manuel Eduardo Gorostiza y José María Luis Mora. Este último pugnó por la separación de la Iglesia y el Estado y se manifestó en favor de la reforma educativa. Mora "veía a la iglesia [católica] como un freno al establecimiento de un sistema representativo y la construcción de un sentido de nación". Era partidario de la educación laica y popular, la cual pensaba podría lograse “destruyendo el monopolio educativo del clero y estableciendo nuevos criterios pedagógicos”.

A pesar de su formación clerical, Mora era contrario a la educación religiosa, misma que cuestionó en los siguientes términos: “En las escuelas parroquiales, un niño debe imitar la vida de los santos. No se enseña nada de patriotismo, deberes cívicos ni responsabilidades. Es un sistema inadecuado para formar un ciudadano cívico en México".

Evidentemente, los demás miembros del clero no apreciaban las deficiencias que Mora veía en la educación religiosa; tampoco las veían los grupos conservadores, quienes “sostenían la enseñanza religiosa, los dogmas de la Iglesia católica, el principio de autoridad eclesiástica y civil, la idea de que nuestra nacionalidad dio principio en la Conquista española...".

El doctor Mora murió en 1850, sin poder ver el establecimiento de la educación laica en las escuelas públicas de México. Esta obra la consumó Benito Juárez García al expedir, en 1867, “la Ley Orgánica de Instrucción Pública, que instituyó la enseñanza primaria laica y obligatoria, pero cuya vigencia se limitó al Distrito Federal, pues el Congreso de la Unión carecía de facultades federales en la materia", explica José Luis Béjar Fonseca, en su obra Apología del abogado.

El artículo 3° constitucional expresa con absoluta claridad el carácter laico de la educación pública, ordenando que ésta se mantenga “ajena a cualquier doctrina religiosa”. A diferencia de la instrucción confesional, la educación laica actúa con independencia de las confesiones religiosas, excluyendo toda idea de religión de las asignaturas que se enseñan en los planteles públicos. Más allá de lo que hagan o dejen de hacer las autoridades mexicanas, nuestro deber es impedir el desgaste de la educación laica, cuyos valores contribuyen a la buena convivencia y al respeto de las creencias, costumbres y actos del estudiante. 

sábado, 28 de septiembre de 2013

PEDERASTIA E IMPUNIDAD

Por Armando Maya Castro
El pasado 23 de septiembre, el papa Francisco recibió en audiencia al cardenal Juan Luis Cipriani, quien antes de entrevistarse con el pontífice romano concedió una entrevista vía telefónica a un importante medio de comunicación de Perú. Al hablar sobre el exobispo Gabino Miranda, destituido de su cargo tras confirmarse las acusaciones de pedofilia en su contra, el arzobispo de Lima negó haber estado al tanto de los delitos sexuales de Miranda y pidió "no hacer leña del árbol caído"
El término "pederastia" se refiere al acto de abuso sexual cometido en agravio de los niños. La Enciclopedia de Problemas Sicológicos, del doctor Clyde M. Narramore, define esta práctica delincuencial como un "desequilibrio sexual en el cual la persona trata de obtener placer sexual mediante actividades sexuales con niños. Las relaciones del pederasta pueden ser heterosexuales u homosexuales. En algunos casos, el niño o joven adolescente puede ser coparticipe voluntario, mientras que en otros, el adulto puede forzar al niño". Estará de acuerdo conmigo, estimado lector, que en ambos casos se trata de un delito digno de condena.

En 1970, cuando aún no nacía la Declaración de los Derechos de los Niños de la ONU, el especialista Henry Kempo definió todas las formas de abuso de la infancia. "Entre ellas enlistó la pedofilia como abuso sexual infantil, la pornografía infantil, actos de libidinosidad, violencia carnal, prostitución de menores y relaciones sexuales desviadas", señala la periodista Lidia Cacho en su libro Con mi hij@ no: Manual para prevenir, entender y sanar el abuso sexual.

La pederastia, una de las formas delictivas que mayor rechazo e indignación producen en la sociedad, ha ocasionado severos traumas, frustración y dolor a los niños que han tenido la dolorosa experiencia de haber sido abusados sexualmente. Los expertos en la materia sostienen que este tipo de abuso infantil causa secuelas perdurables en las víctimas, alterando el normal desarrollo psicoafectivo de éstas.

Esta práctica criminal no es un mal exclusivo de nuestro tiempo. Diversos escritores sostienen que fue Esparta la primera en formalizar la pederastia. Adrián Melo, en su libro El amor de los muchachos: homosexualidad & literatura, nos dice que "la pederastia habría sido resultado de sociedades militares, como Tebas, Esparta o Creta, cuyos muchachos abandonaban sus familias a una edad temprana y vivían en comunidades mayormente militares junto con los de su edad y con hombres mayores, los cuales les enseñaba a vivir como soldados".

Aunque actualmente se escucha casi a diario sobre casos de pederastia clerical, es obligado aclarar que esta práctica no es exclusiva del clero católico. En nuestro tiempo, lo mismo que en el pasado, la pederastia se  practica tanto por clérigos como por gentes de la sociedad civil, maestros, funcionarios, políticos, empresarios, etcétera.

En la época actual, gracias a la cultura de la denuncia que las personas han desarrollado se sabe más de la pederastia y de los autores de estos abominables hechos. El trabajo periodístico y la denuncia puntual en las redes sociales han coadyuvado a disminuir considerablemente este tipo de atropellos, Gracias a esta cultura, los menores de edad de nuestro tiempo viven más protegidos que los niños que vivieron en épocas pasadas. 

La sociedad actual tiene el deber de seguir aprovechando las ventajas que ofrece la denuncia, procurando proteger a través de ella a los menores de edad, por encima de cualquier interés. Ninguna institución debe cometer el error que cometió el Vaticano, quien hasta hace poco se preocupaba más de proteger su imagen que a los niños ultrajados.

Aunque el papa Francisco es partidario de la tolerancia cero con los curas pederastas, todavía existen jerarcas católicos dados a proteger a los curas pedófilos, pasando por alto los traumas y el inmenso dolor de las víctimas inocentes. Ahí está el caso de dos curas sudamericanos: el obispo peruano Gabino Miranda, destituido recientemente por el Vaticano, y el sacerdote argentino Julio César Grassi, fundador de la Fundación Felices los Niños. Acerca del primero, el cardenal Juan Luis Cipriani pidió “no hacer leña del árbol caído”. Sobre el caso Grassi, el obispado de Morón emitió un comunicado mencionando “dudas acerca de la culpabilidad” del sacerdote condenado a 15 años de prisión.

Las anteriores intercesiones demuestran que algunos prelados católicos no han acabado de entender que la sociedad actual quiere que la Iglesia católica aplique algo más que normas administrativas y disciplinarias. Tampoco han entendido que la sociedad tiene todo el derecho de exigir el fin de la impunidad y la aplicación del rigor de la ley a los clérigos que han cometido abusos sexuales en agravio de los menores de edad. 

martes, 24 de septiembre de 2013

NO TODO TIENE EL SELLO DE LA ADVERSIDAD

Por Armando Maya Castro
Tras la noche sigue el día; tras el invierno llega la primavera; tras la lluvia aparece ese arco iris que esperaba para infiltrarse por una rendija entre los nubarrones sombríos. Así como no hay noche eterna, ni invierno que continúe de helada en helada a lo largo del año, tampoco hay adversidad que dure por siempre y para siempre

El justo Job, ejemplo admirable de fe y paciencia, tras un periodo de salud, bienestar y riqueza, experimentó el dolor, la soledad y la adversidad. Fue en esos momentos críticos cuando el patriarca expresó: “El hombre nacido de mujer, corto de días y hastiado de sinsabores” (Job 14:1).

Las sabias palabras de Job dejan en claro que la vida del hombre, aparte de ser fugaz, está llena de cuidados, temores y aflicciones. Hablamos de sinsabores que no siempre resuelve la ciencia médica, tales como incomprensiones, miedos, vejez, complicaciones económicas, etcétera.

La adversidad es una realidad que es ineludible en la vida de los seres humanos. Nadie es inmune a ella. Todos la hemos experimentado en diferentes maneras y en diverso grado.

Hoy la adversidad ha golpeado a nuestros hermanos afectados por la furia devastadora de los huracanes “Ingrid” y “Manuel”, fenómenos meteorológicos que ocasionaron estragos en varios estados de la República Mexicana. Mañana puede golpear a cualquiera de nosotros.  

Afortunadamente, los seres humanos hemos aprendido a adaptarnos bastante bien a la adversidad, que en la mayoría de los casos saca a flote lo mejor de los seres humanos. También hemos aprendido que aunque el dolor y el sufrimiento forman parte de nuestras vidas, no todo en la vida tiene el sello de la adversidad.

A todos nos consta que la vida está llena de momentos de extraordinaria felicidad y de una profunda alegría. Entre los sucesos especiales podemos mencionar el nacimiento de nuestros hijos y nietos, las graduaciones y bodas de éstos, la sanidad de nuestros seres queridos, los ascensos, las adquisiciones que aseguran el bienestar familiar, etcétera. En lo espiritual, no hay felicidad más grande que disfrutar de la comunión de Dios y de sus bendiciones.  

Los anteriores sucesos no pueden evitar la llegada de situaciones angustiantes a nuestras vidas, como es el caso de desastres naturales, guerras, hambre, pobreza, delincuencia, abandono, injusticia, enfermedades y muerte. Lo importante es aprender a sacar provecho de este tipo de situaciones, afrontándolas con optimismo. De lo contrario, corremos el riesgo de quedar inmersos en un mar de amargura que terminaría por ocasionarle un daño colosal a nuestro ser interno.

El hombre que cité en el primer párrafo de mi columna perdió en un mismo día siete hijos y tres hijas, siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientas asnas y muchísimos criados. Lo que nunca perdió fue su fe, virtud que le ayudó a proceder positivamente a pesar de las circunstancias adversas.

Cuando Job dejó de ser el hombre próspero que había sido, experimentó los rigores de la enfermedad, el desprecio de su mujer y la incomprensión de sus amigos, quienes lo acusaban de estar en esa situación por haber ofendido a Dios. La  insensatez de estos hombres los llevó a calificar la prueba de Job como un castigo divino, incursionando en un terreno vedado para ellos: el juicio a un varón justo.

En esta borrasca de infortunios y desgracias, “no pecó Job con sus labios”, sostiene el relato bíblico. Y no pecó por la verticalidad de sus sentimientos y por la grandeza de su fe, bajo el impulso de la cual llegó a estar dispuesto a soportar cosas mayores: “He aquí, aunque él me matare, en él esperaré…” (Job 13:15).

Si tuviéramos las virtudes y la comprensión que moraban en el corazón de Job, estaríamos más que preparados para afrontar las desdichas que llegan para hacernos ver que no estamos solos, que tenemos a nuestro alrededor personas dispuestas a otorgarnos la ayuda necesaria para que nos levantemos como se levantó el justo Job, quien tras la adversidad llegó a ser más próspero de lo que había sido al principio.

Tenemos que admitir que en nuestra vida habrá siempre situaciones tristes, pero también momentos felices. Sin embargo, al mirar a nuestro alrededor podemos darnos cuenta de que las cosas negativas serán siempre unas nimiedades comparadas con las cosas positivas que llegan a colmar nuestra existencia.

viernes, 20 de septiembre de 2013

TRAGEDIA Y SOLIDARIDAD

Por Armando Maya Castro
El terremoto de 1985 dejó semidestruida e incomunicada a la Ciudad de México. En medio del caos y de la  falta de respuesta del gobierno federal, se manifestó de inmediato la generosidad y solidaridad del pueblo de México, tomando en sus manos las labores de rescate y el apoyo a los damnificados

El pasado jueves se cumplieron 28 años del terremoto del 19 de septiembre de 1985, uno de los más devastadores en la historia de la Ciudad de México. El epicentro del sismo, que tuvo una magnitud de 8.1 grados en la escala de Richter, se localizó cerca de la desembocadura del río Balsas, entre los límites de Michoacán y Guerrero. Tuvo una duración de poco más de dos minutos y afectó a varios estados de la República Mexicana, dejando un saldo de 9.500 muertos, miles de desaparecidos y cientos de miles de damnificados.

El Distrito Federal, sede de los Poderes de la Unión, contaba entonces con una población de dieciocho millones de habitantes. Fue en ese lugar, justamente, donde la destrucción afectó a una mayor cantidad de gente: “provocó daños en 5,728 inmuebles, derrumbando totalmente 465. El 68 por ciento de las viviendas afectadas (100,000) eran habitaciones familiares, por lo que quedaron sin casa cerca de medio millón de personas".

La tragedia desnudó irregularidades producto de la corrupción que imperaba en aquellos años. Estas anomalías permanecieron por algún tiempo cubiertas por el concreto, pero el desplome de un importante número de estructuras edificadas por el gobierno reveló que éstas “no cumplían con los requisitos mínimos establecidos en el reglamento de construcción vigente en esa época, ni en lo que se refiere a las normas de construcción ni en lo referente a la calidad de los materiales”. No se necesita mucha imaginación para inferir que el dinero economizado fue a parar a los bolsillos de varios funcionarios corruptos y de no pocos contratistas deshonestos, por culpa de los cuales perdieron la vida miles de personas.

Estas acciones deshonestas e irresponsables facilitaron la obra devastadora del terremoto, que derribó con su fuerza varios complejos de viviendas públicas, hospitales, escuelas y clínicas. En columnas anteriores me he unido a las voces que han señalado que la magnitud de la destrucción y la pérdida de vidas humanas hubieran sido menores si en la construcción de esos edificios se hubieran utilizado materiales de buena calidad, conforme lo indicaba el reglamento de construcción.

El sismo de 1985 evidenció la impotencia e incapacidad del gobierno encabezado por el extinto Miguel de la Madrid Hurtado, quien prefirió acuartelarse en Los Pinos y Palacio Nacional que apersonarse en la zona siniestrada. De manera inexplicable, el presidente de la República se atrevió a rechazar la ayuda de la comunidad internacional: "Estamos preparados para atender esta situación y no necesitamos recurrir a la ayuda externa. México tiene los suficientes recursos y unidos, pueblo y gobierno, saldremos adelante. Agradecemos las buenas intenciones, pero somos autosuficientes", declaró a los medios de comunicación el mandatario priísta.

Frente a esta actitud indolente, y ante los esfuerzos de socorro mal organizados por parte del gobierno federal, surgió como nunca antes la respuesta espontánea de una sociedad civil que tomó en sus manos el rescate y auxilio de los damnificados, realizando innumerables esfuerzos en apoyo de sus semejantes.

Guadalupe Loaeza, en su libro Los de Arriba, cuenta que la burguesía mexicana “por primera vez se había unido con el resto de la sociedad mexicana y junto con ella se habían organizado para ayudar a los damnificados”. Refiere la escritora que “miles de señoras de Las Lomas, de Polanco, de San Ángel y de otras zonas residenciales hervían agua, donaban cobertores, medicinas, hacían tortas, prestaban sus coches para llevar comida a las colonias más afectadas y ofrecían sus casas para acopio de víveres. Muchas de ellas suplicaban a sus maridos que contribuyeran con el producto de sus fábricas. Muchas de ellas, por primera vez, canalizaron todas esas ganas que tenían de contribuir con su país llevando despensas hasta las zonas más alejadas de la ciudad. Por fin, muchas de ellas se sentían útiles, altruistas y hasta nacionalistas”.


A veintiocho años de dicha tragedia, cuando ya no están entre nosotros muchos de los mexicanos que colaboraron desinteresadamente en el rescate de las víctimas, en la asistencia a las familias afectadas, y en la reconstrucción de la ciudad de México, los habitantes de esta gran nación tenemos el deber de inspirarnos en las manifestaciones de solidaridad que propició aquel sismo. “Ingrid” y “Manuel” han puesto ante nosotros la oportunidad de ayudar a los que resultaron afectados por ambos fenómenos meteorológicos en varios estados de la República Mexicana. Al abrir nuestras manos para ayudarlos, estaremos aliviando el dolor de nuestros semejantes, al tiempo de imitar el ejemplo de solidaridad de quienes apoyaron a las víctimas del terremoto de 1985.


Twitter: @armayacastro

jueves, 19 de septiembre de 2013

SOLIDARIDAD EN LA ADVERSIDAD

Por Armando Maya Castro
Foto de archivo: www.lldm.org
Cada vez que se produce un embate de la naturaleza, la Iglesia La Luz del Mundo se solidariza con los damnificados, enviando a las zonas afectadas brigadas de salud, personal médico, ropa, víveres y medicamentos. Estas acciones solidarias se realizan siguiendo el ejemplo e instrucciones del Apóstol de Jesucristo, Doctor Samuel Joaquín Flores, quien se ha caracterizado por su alto grado de sensibilidad y sus acciones en apoyo de sus semejantes
“Hemos venido a este mundo como hermanos; caminemos, pues, dándonos la mano y uno delante de otro”.

William Shakespeare

La solidaridad existe cuando dos o más personas colaboran unidas para conseguir un fin común. Gracias a este importante valor, los seres humanos han logrado salir adelante de los más terribles desastres: explosiones, guerras, pestes, terremotos, huracanes, inundaciones, etcétera.

La crítica situación que se vive actualmente en aquellos estados de la República Mexicana que resultaron afectados por los embates del huracán “Ingrid” y de la tormenta tropical “Manuel”, obliga a los mexicanos a responder solidariamente a los cientos de miles de personas afligidas por la adversidad, procurando satisfacer sus necesidades más urgentes.

Los medios de comunicación han informado que las lluvias provocadas por ambos fenómenos meteorológicos han ocasionado en diversas zonas del país incomunicación, destrucción, dolor y muerte. Al momento de escribir esta columna, cifras oficiales indicaban que los meteoros en cuestión dejaron 60 muertos y al menos un millón 200 mil damnificados en los estados de Guerrero, Veracruz, Hidalgo, Puebla, Oaxaca, Coahuila, Tamaulipas, Jalisco, Morelos y Michoacán. 

Aunque nadie lo desea, es altamente probable que con el paso de los días se multiplique el número de muertos, toda vez que en algunas poblaciones del estado de Guerrero continúan sepultadas decenas de casas por los deslaves y derrumbes ocasionados por las fuertes precipitaciones.

Las lluvias torrenciales causaron estragos no únicamente en las entidades arriba mencionadas, sino también en muchos otros estados de la República Mexicana. Datos oficiales indican que fueron 29 las entidades que resultaron con afectaciones: 12 seriamente afectadas, y 15 más con daños materiales menores.

Las afectaciones materiales son de diverso tipo: cierre de puertos y aeropuertos, inundaciones, cerros desgajados, derrumbes sobre viviendas y carreteras, puentes caídos, caminos bloqueados, desbordamientos de ríos, arroyos y presas, etcétera.

Aunque hasta el momento no se puede precisar la magnitud de la tragedia, el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, nos aporta un dato que describe la gravedad de la situación: más de dos terceras partes del territorio nacional resultaron afectados por los meteoros, siendo el estado de Guerrero el más dañado.

Las imágenes que se exhiben en las redes sociales y en los medios de comunicación son realmente dramáticas; los testimonios de las personas afectadas, en su mayoría pobres, son desgarradores. Aunque “Manuel” e “Ingrid” no hicieron distinción entre clases sociales, en los lugares impactados por ambos meteoros han sido los pobres los más seriamente afectados. Esto se debe, principalmente, a la ubicación y fragilidad de sus viviendas, construidas con materiales que no soportan los embates de la naturaleza.

Los seres humanos somos incapaces de impedir los azotes de la naturaleza, que cada cierto tiempo se las ingenia para recordarle a la humanidad su fragilidad. De lo que sí somos capaces es de reaccionar solidariamente ante los desastres naturales, como lo han hecho hasta el día de hoy millones de mexicanos.

Fiel a su tradición solidaria, la Iglesia La Luz del Mundo ha respondido con rapidez al llamado del Apóstol de Jesucristo, Doctor Samuel Joaquín Flores, quien ha incitado a los fieles de esta Asociación Religiosa a recolectar ropa, víveres no perecederos y medicamentos para los damnificados.

Como en anteriores desastres naturales, el primero en proceder generosamente fue él mismo, enviando a las zonas afectadas brigadas de apoyo y personal médico, así como ayuda de su propio peculio, con el propósito de salvar vidas y de aliviar el sufrimiento y las carencias de las familias que lo perdieron prácticamente todo. Y es que para el Apóstol de Jesucristo la virtud de la solidaridad implica, sobre todo, hacer, no sólo pensar, sentir y desear.


Es lamentable que a la par de estas nobles acciones se produzcan saqueos, actos de rapiña y pillaje, perpetrados por gente sin escrúpulos y sin conciencia social, que se aprovecha de las circunstancias para llevar a cabo sus acciones delincuenciales. Ojalá que esta vez, como en desastres anteriores, triunfe la solidaridad y el espíritu de colaboración por encima de este tipo de acciones que terminan por agravar la crítica situación que aflige a cientos de miles de compatriotas nuestros.

martes, 17 de septiembre de 2013

LA SEDESOL Y EL ESTADO LAICO

Por Armando Maya Castro
El arzobispo Víctor Sánchez Espinosa y Juan Manuel Vega Rayet, delegado de la Sedesol en Puebla, dando a conocer a los medios de comunicación la alianza que se ha establecido entre esta dependencia de gobierno, la arquidiócesis de Puebla y las diócesis de Tehuacán, Huajuapan de León, Oaxaca y Tulancingo Hidalgo, circunscripciones eclesiásticas a través de las cuales se pretende canalizar los recursos de la Cruzada contra el Hambre en beneficio de los pobres de ese estado de la República mexicana

El pasado 21 de enero, el presidente de México, Enrique Peña Nieto, puso en marcha en el municipio de Las Margaritas, Chiapas, el programa denominado Cruzada Nacional contra el Hambre. El objetivo: brindar atención a 7.4 millones de mexicanos en pobreza extrema y carencia alimenticia.

La titular de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), Rosario Robles Berlanga, señaló hace algunos meses que el programa social en cuestión es una estrategia que prevé modificar las condiciones de vida e indicadores de las familias pobres de México.

Lo anterior suena muy bien. Sin embargo, hay algo que ha comenzado a preocupar a millones de mexicanos. No me refiero a la connotación electoral que algunas personas han visto en la Cruzada Nacional contra el Hambre, a la que han calificado como excluyente y deficiente por no combatir –afirman– las causas del hambre. Mi preocupación y la de millones de mexicanos se debe a la alianza ilegal que se ha establecido entre la Sedesol, la arquidiócesis de Puebla y las diócesis de Tehuacán, Huajuapan de León, Oaxaca y Tulancingo, Hidalgo, circunscripciones eclesiásticas que tendrán una participación que va más allá de facilitar sus instalaciones y de convocar a las personas a inscribirse en los distintos programas.

Rafael Moreno Valle, gobernador del estado de Puebla, se refirió así al tema: “Sería un grave error pensar que este tema le corresponde sólo al gobierno, sino también a la sociedad, por ello celebro la creación de este Consejo donde hay hombres y mujeres destacados, exitosos, comprometidos, como es el caso del Arzobispo de Puebla, Víctor Sánchez Espinosa, quien conoce cada región del estado y actúa como gestor en la solución de diversos asuntos”. Es evidente que el gobernador panista de Puebla se dejó llevar por su fe al confiar una responsabilidad estatal al titular de la arquidiócesis poblana, pasando por alto la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

El sacerdote Rutilio Romero Pérez, Vicario Episcopal de Pastoral Social, dejó en claro que la aportación de la Iglesia católica poblana será a través de Cáritas y del Banco de Alimentos: “La intención es contribuir en disminuir el hambre en algunos de los 14 municipios del Estado de Puebla, principalmente en los que pertenecen a la Arquidiócesis; pretendemos crear un comedor popular; estaremos en contacto con las personas que ya existen en nuestro padrón del Banco de Alimentos y que son consideradas en pobreza extrema, para verificar si no reciben otro tipo de ayuda para que se les pueda seguir apoyando; y se trabajará en vinculación con las parroquias para elaborar un plan de trabajo de acuerdo a sus necesidades” (http://www.arquidiocesisdepuebla.mx/index.php/noticias/1383-se-suma-la-iglesia-al-consejo-de-la-cruzada-contra-el-hambre-capitulo-puebla). 

Las palabras de este clérigo echan por tierra las declaraciones de Juan Manuel Vega Rayet, titular de la delegación de la Sedesol en Puebla, quien señaló que los apoyos se otorgarán sin distingos políticos o religiosos. Lo cierto es que los beneficios, según el sacerdote Romero Pérez, serán para los católicos que ya figuran en el padrón del Banco de Alimentos de Cáritas (Puebla), así como para aquellas personas que, impulsadas por su necesidad, acudan al comedor popular que se situará en un espacio de la Iglesia católica.

Estará de acuerdo conmigo, estimado lector, que esta alianza violenta el principio de separación del Estado y las iglesias, así como el principio de no discriminación, ya que obliga a los pobres no católicos a inscribirse a un padrón de esa religión, obligándolos a buscar alimentos en espacios que son propiedad de la Iglesia católica.

Esta preocupante situación obliga a recordar, por enésima vez, que México es, de acuerdo con el artículo 40 constitucional, una República laica. Este concepto, que comprende la exclusión del elemento religioso en las cuestiones públicas, obliga al gobierno mexicano a que todas sus políticas en sus diferentes esferas se mantengan al margen de la cuestión religiosa, algo que, sin lugar a dudas, no está sucediendo con la Cruzada Nacional contra el Hambre, que en el caso específico de Puebla está favoreciendo abiertamente a las diócesis católicas ya mencionadas.

El carácter laico de la República mexicana define la orientación de la función pública en razón del interés nacional, y no de un interés religioso o confesional. Insisto en lo que antes he escrito en este mismo espacio: todas las entidades que incidan en la función pública, incluida la Sedesol,  deben ser absolutamente respetuosas del carácter laico de la República.


Me parece necesario dejar en claro que las asociaciones religiosas pueden y deben llevar a cabo por sí mismas actividades de carácter benéfico o asistencial. Lo indebido es que la asistencia social que el Gobierno destina para los pobres del país se canalice a través de las instituciones religiosas, y no a través de las instancias gubernamentales, en concordancia con la naturaleza laica del Estado mexicano. 

sábado, 14 de septiembre de 2013

LA JERARQUÍA CATÓLICA Y LA INDEPENDENCIA DE MÉXICO

Por Armando Maya Castro
Los líderes insurgentes tuvieron que sortear diversos obstáculos y enfrentar la oposición de la alta jerarquía católica de su tiempo, quien recurrió a la excomunión para detener los esfuerzos de todos ellos en pro de la independencia de México 
Con el Grito de Dolores –emitido por Miguel Hidalgo y Costilla, la madrugada del 16 de septiembre de 1810– inició la lucha por la independencia de México. Desde entonces, Hidalgo y sus huestes tuvieron que sortear diversos obstáculos y enfrentar a un enemigo poderosísimo: la aristocracia, representada por los grandes latifundistas, los militares de alta jerarquía y el alto clero católico.

Este enemigo no frenó los esfuerzos que los insurgentes desplegaban en busca de la independencia de México y de la libertad de sus habitantes. Tampoco lograron detener la lucha de éstos los inquisidores, quienes para intimidar a los seguidores y partidarios de los líderes insurgentes, amagaban con la “excomunión mayor” a quienes respaldaran la lucha de Hidalgo y recibieran sus proclamas. Esta pena “se extendía también a los feligreses que les prestaran cualquier género de ayuda y tuvieran correspondencia epistolar con el padre; y a los que no denunciaran a las personas que favorecieran ‘las ideas revolucionarias’ y para los que las promovieran y propagaran ‘de cualquier modo’”.

El 24 de septiembre de 1810, pocos días después de la proclamación de la independencia, el obispo de Michoacán, don Manuel Abad y Queipo, excomulgó a Hidalgo, Ignacio Allende, Juan Aldama y Mariano Abasolo. Hicieron lo propio los obispos de Puebla, Guadalajara y Oaxaca, así como el Arzobispo de México, Francisco Javier de Lizana y Beaumont. Al Padre de la Patria "se le sometió a un doble juicio, el primero de orden militar dirigido por Ángel Abella y el segundo de tipo eclesiástico que fue organizado por su eminencia Francisco Fernández Valentín, quien le despojó de su investidura como sacerdote".

La doctora en Historia, Cristina Gómez Álvarez, afirma que los obispos de aquellos años "emitieron varios sermones, cartas pastorales, edictos, exhortaciones y circulares. Recomendaron a los curas utilizar el púlpito, el confesionario y las conversaciones familiares para alejar a los feligreses de la influencia insurgente y convencerlos de continuar bajo la dominación española. En algunos casos ordenaron a los curas formar batallones en los pueblos para enfrentar a los rebeldes, asimismo desplegaron iniciativas para sostener y financiar la guerra contrainsurgente" (“La Iglesia católica y la Independencia mexicana”, artículo publicado el 6 de julio de 2008 en la Revista Montalbán No. 40).

La legalidad de la excomunión original, dictada por Abad y Queipo contra los líderes insurgentes, ha sido bastante discutida. Quienes niegan la validez de dicha excomunión descalifican a gente seria y pensante, incluso a historiadores católicos, como es el caso del historiador jesuita, José Gutiérrez Casillas, quien sostiene que la excomunión de don Manuel Abad y Queipo “fue válida y legítima”.

Tras la captura y fusilamiento de Hidalgo, José María Morelos y Pavón lideró el movimiento insurgente, convirtiéndose en símbolo de una lucha cuyo principal propósito era expulsar del poder político al dominio español y promover las transformaciones que el país necesitaba. El Siervo de la Nación, y todos los que simpatizaban con sus ideas y causas, fueron excomulgados por la Iglesia católica. Pese al intento clerical de reescribir la historia, lo cierto es que estos dos líderes insurgentes fueron declarados herejes, excomulgados y degradados para poder ser ejecutados.

Es importante preguntarnos: ¿por qué razón la jerarquía católica se opuso a la independencia de México? La historia de México demuestra que en aquellos tiempos el alto clero gozaba de las mejores rentas y "llevaba una vida ostentosa y relajada que lo conducía al relajamiento". Al apoyar a la Corona española, la jerarquía católica defendía su privilegiada posición y sus cuantiosas propiedades, reprobando una lucha que procuraba la exclusión de la nobleza y la burocracia españolas, la abolición de la esclavitud y la igualdad de pueblo.

Puede asegurarse, entonces, que la Iglesia se opuso al movimiento independentista no porque le interesara evitar un baño de sangre, sino porque dicho levantamiento ponía en riesgo sus intereses consolidados a lo largo del virreinato. Si a la Iglesia católica la hubiesen movido intereses pacifistas, jamás habría permitido que un importante número de clérigos se enrolara en las filas del ejército realista. Datos proporcionados por el historiador José Bravo Ugarte indican que decenas de clérigos tuvieron una participación activa en el bando realista, identificando con nombre y apellido a 91 de ellos.


A la jerarquía eclesiástica la delatan no sólo los edictos de excomunión y la permisión otorgada a los sacerdotes que combatían a los insurgentes en el campo de batalla, sino también su reconocimiento tardío a la independencia de México, algo que hizo hasta el 29 de noviembre de 1836, es decir, quince años después de la entrada triunfal del Ejercito Trigarante a la Ciudad de México, suceso considerado en la historia de nuestro país como la consumación de nuestra independencia. 

jueves, 12 de septiembre de 2013

MUJER VIRTUOSA, ¿QUIÉN LA HALLARÁ?

Por Armando Maya Castro


Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Esta pregunta la planteó la madre del rey Lemuel a las personas de su tiempo, destacando en su respuesta la grandeza de la mujer virtuosa, cuya estima “sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas”.

Al describir a la mujer virtuosa, las Sagradas Escrituras dejan en claro que el valor de ella no está en su belleza física, sino en la hermosura de sus sentimientos, obras y virtudes. Son estas cualidades las que la sitúan en una posición de grandeza moral y espiritual, alcanzando el reconocimiento y alabanza de propios y extraños.  

El capítulo 31 de Proverbios –a lo largo de 22 versículos– nos dice que la mujer virtuosa es bondadosa, previsora, servicial, creativa, sabia, prudente, amorosa, fuerte y temerosa de Dios. Todas estas virtudes, y su capacidad de vivir en forma responsable, productiva y próspera, hacen de ella un ser de valía en todos los sentidos.

Uno de los aspectos más relevantes de la mujer virtuosa es su trabajo constate y desinteresado. Sin quejarse ni hacer alarde, “busca lana y lino, y con voluntad trabaja con sus manos”. Estos esfuerzos, y la energía que pone en cada una de sus acciones, están dirigidos a satisfacer no sólo las necesidades de su familia y de su hogar, sino también las de las personas con carencias: “Alarga su mano al pobre, y extiende sus manos al menesteroso”.

Pero no hay necesidad de remontarnos a los tiempos bíblicos para hallar a la mujer virtuosa. En nuestro tiempo también podemos encontrarla, cubierta con las mismas virtudes que tuvieron Sara, Rebeca y Raquel, mujeres que se caracterizaron por su nobleza de sentimientos, sabiduría y valor moral.

A continuación me referiré a una de ellas: la diaconisa Eva García de Joaquín, cuyo trabajo y buenas obras gozan del reconocimiento de su esposo, el Apóstol de Jesucristo Doctor Samuel Joaquín Flores, quien se ha expresado así de ella: “Dios no me dio por compañera a una mujer, sino a un ángel”.

Desde hace décadas, los integrantes de la Iglesia La Luz del Mundo hemos sido testigos de que la hermana Eva, bajo el impulso de sus virtudes, ha favorecido a miles de familias de escasos recursos, imitando puntualmente el ejemplo del Director Internacional de esta Asociación Religiosa.

Su preocupación por los desvalidos la impulsó a crear la Fundación Eva García de Joaquín A. C., cuyo objetivo principal es velar por el bienestar y seguridad de los huérfanos, viudas y desamparados. El primer antecedente de esta fundación se remonta a 1987, año en que nació el Grupo Tabita, que empezó a trabajar en la preparación y suministro gratuito de alimentos a los hermanos de escasos recursos reunidos en la Santa Convocación de ese año. De entonces a la fecha, la atención a los comedores gratuitos en el mes de agosto no ha cesado; por el contrario, ha ampliado su cobertura y mejorado sus atenciones.

En el umbral del año 1992, este grupo adquirió el nombre de Elisa Flores, conservando inalterables los propósitos que dieron origen a su nacimiento. Se le llamó así en memoria de la esposa del maestro Aarón Joaquín González, mujer que se caracterizó a lo largo de su vida por su honestidad, virtudes y afectos altruistas. 

En 1999, con el lema “Tu sierva para lavar los pies de los hijos de Dios”, el grupo se constituyó en la Fundación Elisa A. C. Sin perder de vista el ejemplo del Apóstol de Jesucristo, ha seguido adelante con su misión de velar por el bienestar de numerosas familias en la Zona Metropolitana de Guadalajara, a las que proporciona despensas semanales y atención médica gratuita durante los 365 días del año. Trabajos similares se realizan en muchas otras ciudades de México y del mundo, en donde la citada fundación tiene presencia.

El 4 de noviembre de 2011, cuando la fundación estaba próxima a cumplir 25 años de destacada e ininterrumpida labor social, el Apóstol de Jesucristo Hermano Samuel Joaquín Flores quiso que la Asociación Civil llevara el nombre de la hermana Eva García de Joaquín, presidenta y directora general de la citada fundación.


Ésta y otras obras de su autoría dejan constancia de los nobles sentimientos de la hermana Eva García, cuya admirable generosidad tiene el propósito de agradar a Dios y de ser alegría para el Apóstol de Jesucristo, quien el próximo 15 de septiembre se regocijará –junto con su familia e integrantes de la Iglesia La Luz del Mundo– en el cumpleaños de esta extraordinaria mujer. ¡Felicidades! 

martes, 10 de septiembre de 2013

LA ESCLAVITUD EN NUESTRO TIEMPO

Por Armando Maya Castro
Los grupos delincuenciales dedicados a la trata de personas pasan por encima de los derechos humanos de las víctimas, a las que utilizan para trabajos en el campo, trabajo doméstico, mendicidad, servidumbre, extracción de órganos, comercio sexual o prostitución


En el marco de la guerra de independencia, el intendente José María Anzorena proclamó la abolición de la esclavitud. Este suceso tuvo lugar el 19 de octubre de 1810, por órdenes del generalísimo Miguel Hidalgo y Costilla, quien semanas después expidió y firmó el decreto que abolió la esclavitud en los siguientes términos: “Que todos los dueños de esclavos deberán darles la libertad dentro del término de diez días, so pena de muerte, la que se les aplicará por transgresión de este artículo” (Artículo 1° del Decreto de abolición de la esclavitud, del tributo y demás, expedido en Guadalajara, Jalisco, el 6 de diciembre de 1810).

El 13 de septiembre de 1813, se instaló en Chilpancingo el Primer Congreso de Anáhuac. Un día después de la instalación de dicho Congreso, José María Morelos y Pavón presentó un documento que llamó Sentimientos de la Nación, cuyos 23 puntos “son la base de la Independencia y constituyen el acta de nacimiento de México como nación”. El punto 15 de este importante documento proscribe para siempre la esclavitud y la distinción de castas, "quedando todos iguales y sólo distinguirá a un americano de otro el vicio y la virtud".

El 5 de octubre de 1813, el Siervo de la Nación ratificó el decreto de Hidalgo, ordenando la libertad de los esclavos y autorizando a los naturales a formar pueblos y a efectuar elecciones libres: “Porque debe alejarse de la América la esclavitud y todo lo que a ella huela, mando a los intendentes de provincia y demás magistrados que pongan en libertad cuantos esclavos hayan quedado y que los naturales que forman pueblos y repúblicas hagan sus elecciones libres. Los pueblos no se deben a ningún individuo sino solamente a la nación y a su soberanía".

El 15 de septiembre de 1829, Vicente Guerrero, en su condición de presidente de México, emitió un decreto que abolió la esclavitud en los siguientes términos: 1. Queda abolida la esclavitud en la república; 2. Son por consiguiente libres los que hasta hoy se habían considerado como esclavos; 3. Cuando las circunstancias del erario lo permitan, se indemnizará a los propietarios de esclavos, en los términos que dispusieren las leyes.
Actualmente, el artículo 1° de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos prohíbe la esclavitud en los siguientes términos: “Está prohibida la esclavitud en los Estados Unidos Mexicanos. Los esclavos del extranjero que entren al territorio nacional alcanzarán, por este solo hecho, su libertad y la protección de las leyes”.

A pesar de estos documentos y de la lucha histórica contra este flagelo, en México operan diversas redes dedicadas a la trata de personas, una forma de esclavitud moderna que la ONU ha definido de la siguiente manera: “La captación, el traslado, la acogida o la recepción de personas recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, al engaño, al abuso del poder o de una situación de vulnerabilidad o a la recepción de pagos o beneficios derivados de la persona con quien se ejerce autoridad con fines de explotación. Esa explotación incluirá, como mínimo, la explotación de la prostitución ajena u otras formas de manipulación sexual, los trabajos o servicios forzados, la esclavitud o las prácticas análogas a ésta, la servidumbre o la extracción de órganos”.

Los grupos delincuenciales dedicados a la trata de personas pasan por encima de los derechos humanos de las víctimas, a las que utilizan para trabajos en el campo, trabajo doméstico, mendicidad, servidumbre, extracción de órganos, comercio sexual o prostitución.

Cifras de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) indican que en México existen más de 16 mil niños y adolescentes sometidos a esclavitud sexual, muchos de los cuales han sido enganchados a través de las redes sociales (Facebook y Twitter), que se han convertido en el principal medio para que los grupos criminales cometan el delito de trata de personas.

Urge la creación de leyes preventivas, un mayor cuidado de parte de los padres de familia, así como un combate más eficiente a las bandas criminales dedicadas a la trata de personas, delito que se ha convertido en la segunda fuente de ingresos para la delincuencia, expresó la diputada Leticia López Landero (PAN), presidenta de la Comisión Especial de Lucha Contra la Trata de Personas. 

sábado, 7 de septiembre de 2013

EL GRITO DE DOLORES

Por Armando Maya Castro
El Grito de Dolores marca el inicio de una insurrección que fue larga, cruel y sangrienta: se prolongó por más de 10 años y tuvo un costo de 600 mil muertos
El 24 de febrero de 1821, Agustín de Iturbide, quien combatió a los insurgentes en los primeros años de lucha independentista, promulgó el Plan de Iguala, el primer paso en concreto hacia la independencia de México. El plan exhortaba, entre otras cosas, “a la unidad entre americanos y europeos (españoles residentes en México), como base de concordia para las tareas de reconstrucción política y económica”. El 27 de septiembre de ese año, el Ejército Trigarante ingresó triunfante a la capital de la Nueva España, consumándose así la independencia de México y, por ende, el fin del dominio español.

La madrugada del 16 de septiembre de 1810, el ex cura Miguel Hidalgo y Costilla emitió el Grito de Dolores, que ha pasado a la historia como el comienzo de la independencia de México, no como la consumación de la misma. Este “grito” marca el inicio de una insurrección que fue larga, cruel y sangrienta: se prolongó por más de 10 años y tuvo un costo de 600 mil muertos.

Para algunos autores, el Grito de Dolores es la culminación de una etapa de inconformidad que comenzó con la llegada de los españoles a territorio mexicano. Este descontento, ocasionado por las injusticias y los abusos, se fue incrementando durante los tres siglos de dominación hispana.

El grito se dio de manera improvisada, luego de que fuera descubierta la conspiración de Querétaro. No figuraba en los planes de los principales miembros de la citada conspiración, cuyo objetivo primordial era constituir una junta gubernativa que tomara el poder a nombre de Fernando VII.

Esta conspiración fue denunciada por uno de los principales implicados en la misma, el capitán Joaquín Arias, quien participaba en la conjura junto con "un importante número de letrados militares, curas y comerciantes criollos de Querétaro y de otras localidades del Bajío que se reunían regularmente en la tertulia organizada en la casa del presbítero José María Sánchez”. Los conspiradores, al igual que decenas de miles de mexicanos de la época, tenían un interés común: lograr la independencia de México y ponerle fin a la humillante situación de miles de indígenas y mestizos, interesados en acabar con las injusticias y abusos cometidos por los colonizadores.

El historiador de origen español, Agustín Sánchez Andrés, apunta que “la conspiración contaba con la complicidad del corregidor de Querétaro, José Miguel Domínguez, cuya esposa [Doña Josefa Ortiz de Domínguez] era una ardiente defensora de la independencia de la Nueva España”. El investigador antes mencionado asienta que “al frente del complot se encontraban dos militares criollos que había estado implicados en los sucesos de Valladolid: Ignacio Allende y Juan Aldama, capitanes de regimiento de Dragones de la Reina, acantonado en San Miguel el Grande”.

Al completar la lista de los implicados, Sánchez Andrés nos dice: “Entre los conjurados encontramos a letrados criollos como Francisco Araujo, Juan N. Mier, Antonio Téllez o Ignacio Gutiérrez; ricos comerciantes como Epigmenio y Emeterio González; oficiales de las milicias criollas como los capitanes Mariano Abasolo o Joaquín Arias y clérigos como el presbítero Sánchez y el párroco Miguel Hidalgo y Costilla”.

Ignacio Allende, oficial militar y pequeño propietario de tierras, era el organizador y líder de la conjura de Querétaro. Sin embargo, el descubrimiento de ésta y el desarrollo de los acontecimientos acabarían provocando su desplazamiento por Hidalgo, cuya fuerte personalidad terminó opacando a la de los restantes caudillos insurgentes, apunta Sánchez Andrés.


Sin lugar a dudas, la actuación de Hidalgo y de José María Morelos y Pavón fue determinante en la conformación de México como nación independiente. Sin embargo, el hecho de que estos próceres hayan sido por algún tiempo sacerdotes católicos no le da derecho a la Iglesia católica a adjudicarse el mérito de la independencia. Tengamos presente que los obispos de esta institución excomulgaron a los sacerdotes insurgentes y tendieron a aliarse en todo momento con la Corona española. En su manifiesta inclinación al trono español, “fulminaron anatemas y excomuniones contra los principales jefes de la revolución y contra los que supiesen quienes eran adictos a su partido, obligándoles a que los delatasen a los magistrados seculares". En el Vaticano, los papas hicieron declaraciones contra la lucha por la independencia en 1816 y en 1823”. No hay que olvidar que fue hasta el 29 de noviembre de 1836 cuando “Gregorio XVI –sucesor de Pío VIII– reconoció la independencia de México. Esto ocurrió justo en la última etapa de negociaciones con España, cuyo reconocimiento se formalizó el 28 de diciembre del mismo año".