Por Armando Maya Castro
Con el
anuncio de la canonización de Juan Pablo II, diversos grupos y personas han protestado
por la decisión del papa Francisco, quien muestra de esta manera su
insensibilidad al dolor de miles de niños y adolescentes que fueron abusados
sexualmente por un importante número de clérigos que aquél protegió en sus 27
años de pontificado.
José Martínez
de Velasco, directivo de la Asociación de Víctimas de los Legionarios de Cristo
(AVL), habló así de esta polémica canonización: “El pontificado de Juan Pablo
II ha sido un papado excesivamente largo y, precisamente por ello, hubo sombras
que deberían haberse considerado e investigado más”. En vez de ello, los
promotores de la causa de canonización del pontífice polaco le dieron más
importancia a las supuestas luces de su papado.
John
Pilmaier, de la Red de Sobrevivientes de Abuso Sexual por Sacerdotes (SNAP, por
sus siglas en inglés), se refirió a este tema en los siguientes términos: “Esta
movida (la canonización de Juan Pablo II) embarra el profundo y aún fresco
escándalo de las víctimas de abusos sexuales”. Al abundar sobre la decisión
papal, el mencionado activista añadió: “A
pesar de haber sido papa durante décadas, Juan Pablo II no hizo nada para
proteger a esta gente”.
La decisión
de canonizar a Karol Wojtyla contradice la reforma del papa Francisco, que
supone “la continuación” de la lucha contra la pederastia clerical. Por una
parte endurece las penas contra la pederastia en el Vaticano, y por la otra
resuelve canonizar a quien protegió a varios sacerdotes pederastas, entre ellos
al extinto fundador de la congregación de los Legionarios de Cristo, Marcial
Maciel Degollado.
Aunque algunas
voces del Vaticano han señalado que "Juan Pablo II no estaba en
conocimiento de la doble personalidad del padre Maciel", lo cierto es que
siempre estuvo enterado de los abusos sexuales de aquél. Tal vez haya
desconocido la relación que sostuvo con Blanca Estela Lara Gutiérrez y el abuso
en agravio de los dos hijos que procreó con ella, pero nada ignoraba sobre los
abusos cometidos por Maciel en contra de los jóvenes seminaristas.
¿En qué se
basan quienes sostienen que Juan Pablo II tenía conocimiento de estas inmoralidades?
En la carta abierta que ocho ex Legionarios de Cristo enviaron al papa en
noviembre de 1997. En ella, las víctimas del clérigo michoacano declaraban “la
terrible y dolorosa verdad del oscuro mal oculto (…) durante más de cuatro
décadas, acerca de la encubierta conducta inmoral del mismo fundador y superior
general de la Legión de Cristo, el Padre Marcial Maciel Degollado”.
Por esta
carta, Juan Pablo II se enteró que su protegido era adicto al demerol, un
potente tranquilizante que “conseguía gracias a sus seminaristas, que se lo
administraban regularmente…”. Félix Alarcón, una de sus víctimas, asegura que su
superior se inyectaba, además, una sustancia derivada de la morfina. Estas
drogas –refiere Alarcón– las conseguían los seminaristas por indicaciones de su
líder.
A pesar de estas
evidencias, el concepto de Wojtyla sobre este siniestro personaje siguió siendo
el que tenía de él desde 1994, año en que lo calificó como “guía eficaz de la
juventud”. Observe usted el porqué de mi aseveración: el 30 de noviembre de
2004, con motivo del 60 aniversario de la ordenación sacerdotal del entonces
líder de la Legión, Juan Pablo II le impartió una bendición apostólica especial:
“Mi afectuoso saludo se dirige ante todo al querido padre Maciel, al que de
buen grado acompaño con mis más cordiales deseos de un ministerio sacerdotal
colmado de los dones del Espíritu Santo”.
Aparte de la carta abierta antes mencionada, dos de
las víctimas denunciaron “por las vías y protocolos canónicos oficiales,
establecidos por las instancias vaticanas pertinentes, parte gravísima de los
males” que ese año habían revelado a un diario norteamericano (Hartford Courant, 23 de febrero de 1997).
Estos datos dejan en claro que el futuro santo del catolicismo sabía demasiado
sobre las perversiones del pederasta Maciel.
Pese a toda esta información, no se abrió ningún
proceso canónico ni se ordenó ninguna investigación a fondo en contra de Maciel,
quien siguió siendo, como sostiene el investigador Bernardo Barranco, “un
referente obligado y (…) un consultor de todas las confianzas del pontífice
polaco en temas relacionados con vocaciones, clero y diferentes frentes en
América Latina”.
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