Por Armando Maya Castro
La lucha a favor de los derechos de las mujeres ha dado buenos resultados, pero se debe hace mucho más para lograr la total erradicación de la violencia de género |
Tiene
razón la historiadora Patricia Galeana al afirmar que “la lucha de las mujeres
en México por el reconocimiento de sus derechos ha sido larga y difícil, y aún
no concluye”. En esta prolongada lucha, hay que reconocerlo, se han hecho importantes
esfuerzos para generar una cultura de respeto a la persona humana, más allá de
su sexo, etnia, religión e ideología.
La Declaración
sobre la eliminación de la violencia contra la mujer, aprobada por la Asamblea
General de las Naciones Unidas, el 20 de diciembre de 1993, define la violencia
contra la mujer como: “Todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo
femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico,
sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la
coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la
vida pública como en la vida privada” (Artículo 1°).
Este
importante instrumento internacional señala que la violencia contra la mujer “constituye
una manifestación de relaciones de poder históricamente desiguales entre el
hombre y la mujer, que han conducido a la dominación de la mujer y a la
discriminación en su contra de parte del hombre e impedido el adelanto pleno de
la mujer”. La Declaración enuncia, asimismo, una serie de medidas que deben
adoptar los Estados para prevenir la violencia contra las mujeres, exigiéndoles
condenar dicha violencia sin “invocar ninguna costumbre, tradición o consideración
religiosa para eludir su obligación de eliminarla”.
En nuestro
querido México, un importante avance en este sentido se dio con la promulgación
de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, “que
tiene por objeto establecer la coordinación entre la Federación, las entidades
federativas, el Distrito Federal y los municipios para prevenir, sancionar y
erradicar la violencia contra las mujeres”. Se trata de una ley que ha sido
considerada como una de las más avanzadas en toda la región iberoamericana.
Lo lamentable del caso es que la legislación
nacional e internacional, orientada a proteger los derechos de las mujeres, no
ha logrado la total erradicación de esta clase de violencia.
El
arraigo de la violencia de género se debe principalmente a los temores que en
el pasado se apoderaba de las mujeres, las cuales no se atrevían a denunciar ni
a cuestionar el salvajismo que los hombres desplegaban en su contra. En
aquellos tiempos, la violencia era vista como válida, pues se hallaba enmarcada
dentro de las normas sociales y culturales que determinaban el papel y los
deberes del hombre y la mujer.
Las
mujeres no tenían derechos, eran discriminadas con frecuencia y relegadas a un
trato desigual. Las autoridades no reconocían ni documentaban las violaciones a
los derechos de las mujeres, quienes tenían que sufrir en silencio las arbitrariedades
perpetradas por los hombres. La falta de respuesta de parte del Estado dejaba a
las mujeres en un estado de vulnerabilidad, marginación e indefensión.
Por
fortuna, en la década de los años 90 se reconoció que este tipo de violencia es
un asunto público que viola los derechos humanos de la mujer. El problema
persiste todavía, pero hay que reconocer que hoy por hoy el panorama es otro,
gracias a que las voces femeninas han alzado la voz para denunciar a aquellos
que, a pesar de lo que establece la ley, tienen el concepto equivocado de que
el hombre ha sido, es y será superior a la mujer.
Las
mujeres de nuestro tiempo saben que son dignas del respeto de sus parejas y de
sus hijos, así como de los demás miembros de la familia y de la sociedad. Ahora
se respeta más que antes su derecho a decidir libremente sobre sus actividades,
el número y espaciamiento de sus hijos, sus estudios y el uso de su tiempo
libre.
Un
considerable número de mujeres de nuestro tiempo comparten con su pareja la
responsabilidad familiar; expresan libremente sus opiniones y emociones sin que
se coarte su libertad de expresión; denuncian los abusos de los que son objeto,
así como las acciones de humillación pública o privada en agravio de ellas.
Todos
estos avances son el resultado de la valiente lucha que las mujeres
emprendieron en busca del respeto pleno de sus derechos. La empresa no ha sido
fácil, pero la fortaleza de ellas y su admirable perseverancia han logrado
estas y otras muchas conquistas.
@armayacastro
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