sábado, 2 de marzo de 2013

INTOLERANCIA RELIGIOSA, UN PROBLEMA NO RESUELTO



Por Armando Maya Castro

Las minorías religiosas religiosas sólo exigen respeto

Al finalizar la segunda Guerra Mundial, la fuerte reacción contra el horror de los campos de exterminio nazi dio lugar a la elaboración de diversos documentos destinados a enumerar los derechos humanos, “propiciar su protección, declarar su importancia y la necesidad de respetarlos”.

El 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General de la ONU aprobó la Declaración Universal de Derechos Humanos, una resolución que consta de 30 artículos y que tiene como objeto promover el respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales. En su artículo 18, considerado como el de mayor importancia en el ámbito político y moral de la historia del mundo occidental, están plasmadas las libertades de pensamiento, conciencia y religión: “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia”.

Como se puede ver, el artículo antes mencionado riñe con la añeja intransigencia de algunas religiones, entre ellas la católica, quien ha exhibido un rostro duro e intolerante en algunas etapas de su historia. Esta institución bloqueó, cuando pudo y donde pudo, todo pensamiento que no fuese el impuesto por ella, reprimiendo a quienes procuraban formarse su propio criterio en materia religiosa, así como a aquéllos que disentían de su pensamiento doctrinal. 

La inquisición medieval, fundada por el papa Gregorio IX en 1231, persiguió a los herejes y brujas del norte de Europa, a quienes sometió a los más crueles castigos. La Iglesia católica arremetía contra cualquier individuo que discrepara de sus tradiciones e ideas religiosas, persiguiendo, encarcelando y matando a quienes tenían la osadía de cuestionar el dogmatismo romano.

Antes de la Declaración Universal de Derechos Humanos, hubo países donde abrazar una fe diferente a la católica era prácticamente imposible. Los católicos que se atrevían lo hacían en la más completa clandestinidad, ya que cambiar de religión implicaba exponerse a los más severos sufrimientos y hasta la misma muerte. Hubo inconformes que preferían seguir siendo católicos que exponerse y exponer a los suyos a la furia de la Iglesia católica. Estará de acuerdo conmigo que la Declaración en cuestión vino a ser de grande ayuda para las personas que en lo sucesivo decidieran cambiar de religión.  

Algunos analistas han señalado que –pese a que aún persisten focos severos de intolerancia religiosa– desde la celebración del Concilio Vaticano II se han operado importantes cambios al interior de la Iglesia mayoritaria: Estas voces señalan que la encíclica Dignitatis Humanae, promulgada por Paulo VI el 7 de diciembre de 1965, “dio un paso fundamental en el reconocimiento de la libertad religiosa”; añaden que la Iglesia católica “declara plenamente esta libertad y más aún, reconoce que ningún poder individual o social puede obligar o impedir que las personas actúen en consonancia con sus convicciones en asuntos religiosos…”. En lo personal, coincido con Marco Antonio Huaco Palomino, quien afirma que si bien esta declaración “se pronuncia más decididamente a favor de la libertad religiosa, sigue abogando a favor de una versión del Estado confesional…”. Recordemos que cuando éste estuvo vigente, la única religión tolerada fue el catolicismo.

Pese a la encíclica papal y a la Declaración Universal de Derechos Humanos, la intolerancia y discriminación religiosa son problemas que no han sido aún resueltos. Siguen ahí, generando dolor y muerte en países como Argelia, Nigeria, Pakistán, Sri Lanka, etcétera. En el caso concreto de México, este flagelo se ha incrementado de manera sustancial en los últimos años, particularmente en el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa, quien centró sus esfuerzos en combatir al narcotráfico y olvidó atender los casos de intolerancia que han tenido lugar en Chiapas, Hidalgo, Puebla y Oaxaca, estados donde la violencia religiosa sigue produciendo asesinatos, lesiones, expulsiones y despojos en agravio de los grupos evangélicos.

La humanidad espera que el próximo papa logre crear una mentalidad respetuosa en aquellos católicos que siguen creyendo que en este mundo sólo hay lugar para quienes profesan su religión. Está claro que no lo logró Joseph Ratzinger, quien “desperdició la oportunidad de un entendimiento perdurable con los judíos; la oportunidad de un diálogo en confianza con los musulmanes”, señaló Hans Kung en abril de 2010. 

Debo aclarar, por último, que algunas minorías religiosas no aspiran a esa relación de entendimiento y diálogo que menciona Kung en su Carta Abierta a los Obispos Católicos de todo el Mundo; esperan únicamente que los jerarcas y miembros de esa institución se conduzcan con respeto a la diversidad religiosa, admitiendo que los seres humanos tienen el derecho a pensar, creer y decidir libremente.


@armayacastro


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario