jueves, 17 de enero de 2013

TRÁNSITO DE LA TOLERANCIA AL RESPETO



Por Armando Maya Castro

Las violaciones al Estado laico, como las que tuvieron lugar en los sexenios de Vicente Fox y Felipe Calderón, no contribuyen al tan anhelado tránsito de la tolerancia al respeto a la diversidad religiosa

El Diccionario de la Real Academia Española nos proporciona seis acepciones sobre el término “tolerancia”. El siguiente es uno de ellos: “Respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias”. Es importante aclarar, sin embargo, que en su nacimiento el término no tenía relación alguna con el respeto, como lo veremos enseguida. 

Según Isidro H. Cisneros, el concepto “tolerancia” proviene del latín tolerantia-ae, que significa soportar algo aun con cierto sufrimiento. A muy pocas personas les gustaría ser soportadas sabiendo que son incómodas, molestas y gravosas a causa de sus convicciones y opiniones. 

El término puede entenderse también "a partir de tollere (respetar, aceptar), y entonces significa reconocer y respetar ciertas creencias, aunque vayan en contra de las propias convicciones". Apoyados en el anterior significado, algunos podrían decir, en defensa del término tolerancia, que ésta no es mala, toda vez que "representa el respeto y consideración hacia las opiniones de vida de los demás, aun cuando éstas sean diferentes a las nuestras".

Es importante dejar en claro  que la tolerancia no es un valor menor y que “son muchos los tratados internacionales en los que se sientan como base de la convivencia no sólo el respeto a los derechos fundamentales, sino también la práctica de la tolerancia”. Sin embargo, las minorías que han sido afectadas en sus derechos por personas o grupos intolerantes esperan que se comience a dar el anhelado tránsito de la tolerancia al respeto a la diversidad. 

Aunque el término tolerancia es aceptado por un gran porcentaje de la población mundial, y es “oficial” en los documentos y en la convocatoria de la Organización de las Naciones Unidas a la Conferencia Mundial contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y las Formas Conexas de Intolerancia, debe quedar perfectamente claro que se trata de un término que puede llegar a generar situaciones de discriminación. 

Si rindiera frutos la lucha que en este particular se viene dando, en materia de creencias y cultos tendríamos que estar hablando de respeto y aceptación a la diversidad religiosa, en vez de tolerancia religiosa. Habrá quienes piensen que si a estas alturas no ha sido posible lograr la tolerancia, mucho menos una cultura de respeto a lo diferente. 

La organización de congresos,  simposios, seminarios y talleres para la defensa del Estado laico y la difusión de los derechos religiosos es de suma importancia para el fortalecimiento de nuestro régimen de libertades. Pero si lo que se busca es ponerle un hasta aquí a la discriminación religiosa y fomentar el desarrollo de acciones de integración, posiblemente “tolerancia” no sea la palabra más indicada.

Estará usted de acuerdo conmigo que una sociedad tolerante, libre de la intolerancia que se apodera de quienes piensan que le hacen un bien a su Iglesia y a la sociedad al hostigar y oponerse a la diversidad, es mil veces mejor que una sociedad intolerante. En mi percepción, toda sociedad tolerante se ve obligada a aguantar a regañadientes –nunca de buena gana– lo que no es de su agrado. Por ahí leí algo con lo que coincido totalmente: el tolerante mastica pero no traga a quien le resulta diferente; lo soporta, lo aguanta, pero no lo acepta. 

Existen grupos y personas que pueden abstenerse de cometer actos intolerantes, pero no son capaces de evitar sentimientos y pensamientos intolerantes. Esto último puede lograrse sólo en aquellas sociedades que han logrado transitar de la tolerancia al respeto.  

Para que esto se dé, es necesario trabajar más y mejor en la consolidación del Estado laico, régimen que norma su actitud ante el hecho religioso de acuerdo a los siguientes principios: 1) Principio de imparcialidad ante las doctrinas religiosas; 2) principio histórico de separación entre el Estado y las Iglesias; 3) principio de garantía de la libertad religiosa; 4) principio de igualdad jurídica de las asociaciones religiosas. Un Estado que se rige bajo estos principios no privilegia a una asociación religiosa en lo particular; privilegia, eso sí, la protección de los derechos humanos de las personas y de las minorías religiosas.

Sería un error conformarnos con las condiciones actuales de tolerancia, sin darnos cuenta que podemos transitar de una situación “buena” a una que es muchísima mejor: el respeto a la diversidad. Para lograrlo, debe persistirse en la defensa del Estado de Derecho contra actos o sujetos de poder –de hecho o de derecho– que pretendan vulnerar derechos colectivos o individuales que han sido plasmados en los ordenamientos jurídicos de México y en diversos instrumentos internacionales. Insisto: el Estado laico es el único régimen que puede producir sociedades que privilegien el respeto a los valores humanos, la igualdad, la no discriminación y el respeto por los demás. 



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