Armando Maya Castro
Los nazis, con Hitler a la cabeza, pusieron en marcha una
política antisemita de persecución y eliminación de los judíos
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El
Diccionario de la Real Academia Española define el término “antisemita” de la
siguiente manera: “enemigo de la raza hebrea, de su cultura o de su
influencia”. El antisemitismo es un conjunto de sentimientos, prejuicios y
prácticas xenófobas en contra de los judíos; alcanza su máxima expresión en el
holocausto nazi, llegando hasta el exterminio de aproximadamente 6 millones de
judíos en la Segunda Guerra Mundial.
El
pasado 10 de diciembre leí en el sitio web “enlacejudío” un artículo firmado
por Claudia Prieto, publicado bajo el siguiente título: “Antisemitismo en
México: una silenciosa realidad”. En dicho artículo se señala, entre otras
cosas, que “el antisemitismo se manifiesta en diversos ámbitos de la vida del
mexicano, sin que, a veces, se reconozca”.
El
investigador Roberto Blancarte, al referirse a esta forma de discriminación que
es el antisemitismo, escribía hace poco más de dos décadas: “…ese claro signo de
la intolerancia está, desafortunadamente, presente entre nosotros: el
antisemitismo es un sentimiento común entre muchos mexicanos”.
Algunos
actos de antisemitismo perpetrados en nuestro país han sido denunciados en
tiempo y forma al Conapred, organismo que se ha encargado de documentar y
denunciar dichos atropellos a las autoridades competentes, sin que los
responsables hayan recibido las sanciones correspondientes. Esta impunidad,
lejos de contribuir a la erradicación de este tipo de discriminación, la fomenta.
En
el artículo de Claudia Prieto se mencionan tres formas de antisemitismo: 1) el
que nace de la ignorancia; 2) el que se basa en prejuicios típicos; 3) y el
antisemitismo “moderno”, que “se esconde bajo la careta del anti israelismo”.
Al explicarnos los detalles de esta última forma de antijudaísmo, la autora nos
dice: “Logros científicos, culturales, relaciones comerciales se olvidan, los
muertos israelíes no se cuentan y los ataques de grupos árabes se justifican. Y
entonces el antisemitismo ya no se condena, pues ser anti israelí es
políticamente correcto y se justifica fácilmente «no es que tenga algo en
contra de los judíos sólo estoy a favor del boicot a Israel»”.
En
esa misma dirección se pronuncia el periodista Egon Friedler, quien afirma que
“la falacia de que el antisionismo no es
antisemitismo sólo convence a los antisemitas que creen no serlo”. Las diversas
expresiones de violencia musulmana,
sostiene Friedler, no provocan manifestaciones en Occidente, ni
editoriales, ni pronunciamientos de partidos o intelectuales. “Pero si Israel
después de meses de ataques con cohetes contra su población civil decide
contraatacar a quienes la atacan, se desata una furia cósmica. Israel es el
diablo universal, el genocida, el culpable crónico de todos los males del
mundo. Las condenas se multiplican”.
Algunas
voces sostienen que no puede calificarse como antisemitas a quienes condenan
por diversos medios la política de Israel contra los palestinos. Tal vez
prefieran el término “antisionista”, que alude a quienes se oponen al
“sionismo”, movimiento político surgido a finales del siglo XIX que propugnó
por establecer un Estado nacional judío en Palestina.
Aquellos
que ven en el “antisionismo” una velada forma de antisemitismo, se preguntan:
“¿Qué tienen de especial los judíos que no merecen la autodeterminación? ¿Acaso
no todos los pueblos merecen esto? Es decir, el antisionismo, al menos
conceptualmente, no deja de ser una forma encubierta de antisemitismo, dado que
el pueblo judío recibe un tratamiento diferencial y discriminatorio en relación
con su derecho a la autodeterminación”.
En
mi opinión, son dignos de condena los excesos cometidos por los judíos en el
conflicto Palestino-Israelí, como aquellos que cometen los musulmanes en el
mismo marco. Lo que me parece incorrecto es que haya personas que en lugar de
condenar los actos de violencia cometidos por Israel en ese lamentable
conflicto, se dediquen a denostar e incitar de manera irresponsable el odio en
contra de toda una raza, la judía.
Si
estamos interesados en disminuir la violencia que lacera al mundo actual,
debemos comenzar eliminando la discriminación contra los judíos, así como
contra los musulmanes y demás pueblos que, por su raza o religión, han sido
violentados en sus derechos humanos. El fin de la discriminación en cualquiera
de sus formas es lo único que puede ayudar a que los humanos podamos construir
un mundo en paz, libre de barreras raciales, ideológicas, económicas,
culturales y religiosas.
@armayacastro
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