Por Armando Maya Castro
El PRI está de vuelta.
Estuvo ausente de Los Pinos 12 años, equivalente a dos sexenios que le
aportaron escasos beneficios a la vida pública de México. En la ausencia del
PRI, la derecha conservadora del PAN ocupó la Presidencia de la República y
terminó dejando –sobre todo en el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa– una
estela de violencia, dolor y muerte.
Las administraciones
panistas dejaron abiertas innumerables heridas, pero no sólo eso, sino también demasiada
pobreza y desempleo, independientemente de la solvencia que, según algunos
expertos, tiene la economía mexicana.
El regreso del PRI no
significa que haya podido erradicar de millones de mexicanos las dudas e
interrogantes sobre lo que nos dice que ha de ser ahora que ha recuperado la Presidencia
de la República. Los integrantes de este organismo político afirman que el de
hoy es un nuevo PRI, con nuevas caras, que ha dado apertura a la sangre joven.
La integración del gabinete
de Enrique Peña Nieto no refleja un nuevo PRI, señala Rodrigo Aguilera,
analista sobre México para la Economist Intelligence Unit de la revista The
Economist, quien admite que se trata de “una nueva generación de priistas, pero
no representan una corriente fundamentalmente diferente”.
Doce años como oposición no
fueron suficientes para que el PRI se sacudiera el fantasma del pasado despótico
que se ensañó de México y de los mexicanos a lo largo de 70 años. Muchos mexicanos
piensan que, pese a las caras nuevas, este partido no ha hecho lo suficiente
para cambiar, y que el cambio que proclaman es sólo de carácter generacional. Les
preocupa que vuelvan los tiempos de los fraudes electorales, de las crisis
económicas recurrentes y que el PRI, echando mano de todo su aparato de Estado,
establezca un marco de sumisión social, como sucedió en el pasado.
Los enemigos del PRI aseguran
que este partido sigue siendo el mismo de antes: deshonesto, autoritario y
represivo. Fundamentan sus afirmaciones en los abusos y corruptelas de algunos
gobernadores y presidentes municipales de ese partido. Lo cierto es que el PRI,
encabezado por Peña Nieto, tiene ante sí la oportunidad de demostrarle a México
y a los mexicanos que regresa al poder presidencial siendo diferente. La
ciudadanía se convencerá de que el tricolor ha cambiado si lo demuestran con
hechos, no sólo con discursos.
Peña Nieto y los priistas tienen
la obligación de aprovechar al máximo cada minuto de los próximos seis años,
procurando con sus acciones el bienestar y seguridad de todos los mexicanos, no
sólo el de aquellos que los favorecieron con sus votos. De no hacerlo, volverá el
hartazgo y la desilusión de la sociedad y, con ellos, el adiós del PRI a la
Presidencia de la República.
En lo personal, considero complicado
que el PRI regrese a los tiempos del pasado y vuelva a tener el control
absoluto sobre la vida política de México. Se lo impiden varias cosas: la
composición del Congreso, la fuerza de los partidos de oposición, el carácter
independiente de las autoridades electorales, el trabajo vigilante y
responsable de los medios de comunicación y la denuncia ciudadana. Por el bien
de México y del mismo PRI, los priistas deben estar comprometidos con la
democracia y desterrar las prácticas del pasado.
@armayacastro
Publicado el 04 de diciembre en el diario El Mexicano de Tijuana
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