domingo, 26 de agosto de 2012

LAS VÍCTIMAS INOCENTES DE LA INTOLERANCIA RELIGIOSA


Por Armando Maya Castro


 
El actual ciclo escolar empezó en Chiapas de manera normal, excepto en Yashtinín, comunidad situada en los Altos de Chiapas, en donde a 11 niños del nivel de prescolar y primaria se les impidió tomar clases por un problema de intolerancia religiosa. 

Este lamentable mal social, y la forma en que afecta a los niños evangélicos de Chiapas, ha tenido resonancia internacional. En el año 2001, el Departamento de Estado de la Unión Americana, en su Reporte 2001 sobre libertad religiosa, informó: “Existieron un número significativo de casos de intolerancia religiosa causados por actitudes de la sociedad durante el período cubierto por este reporte, la mayoría de estos casos ocurrieron en Chiapas. Por ejemplo, cada año, desde 1994, se les ha negado a 130 niños protestantes evangélicos el acceso a escuelas públicas locales en seis comunidades del municipio de San Juan Chamula”.

En los últimos tres lustros, diversas personas y organizaciones han pedido el cese de la intolerancia religiosa, fenómeno que crece bajo el impulso fundamentalista de los católicos de Los Altos de Chiapas. En abril de 2010, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), a través de un comunicado hizo un llamamiento “a superar y erradicar la intolerancia religiosa ante los hechos ocurridos en la comunidad de Shulvó, en el municipio de Zinacantán, Chiapas”.

Respecto a lo anterior, quiero señalar que esa actitud fanática e intolerante afecta no sólo a los niños que son discriminados, sino también a quienes no lo son, pues desde pequeños se les infunde odio y desprecio hacia quienes piensan y creen diferente. Los padres que instruyen a sus hijos de esta manera, quebrantan la Declaración de los Derechos del Niño, de acuerdo con la cual, los niños tienen el derecho de “ser educado[s] en un espíritu de comprensión, tolerancia, amistad entre los pueblos, paz y fraternidad universal, y con plena conciencia de que debe[n] consagrar sus energías y aptitudes al servicio de sus semejantes”. 

La intolerancia que se manifiesta en Chiapas preocupa porque es una entidad situada en territorio nacional; inquieta asimismo porque –si las autoridades no hace lo suficiente para erradicar ese problema– se corre el riesgo de que en otros estados de la República se adopten y/o se imiten este tipo de prácticas irracionales violatorias de los derechos humanos.
La “solución” que algunos han propuesto es que haya unas escuelas para católicos y otras para evangélicos. La solución no es esta, sino que los responsables de la aplicación de la ley cumplan con su deber y pongan fin a la impunidad de los grupos fundamentalistas que se esfuerzan por mantener vigente el monopolio religioso de la Iglesia católica.

Estos grupos deben de aceptar que las escuelas de México no son exclusividad de los católicos; como tampoco son exclusividad de los evangélicos aquellas  escuelas donde éstos son mayoría. La educación es un derecho que la Constitución otorga a todos los niños del país, independientemente de que sean católicos, ortodoxos, protestantes, musulmanes, judíos, etcétera. 

¿Qué sucedería en Chiapas si la mayoría de los congresos locales aprueban la reforma del artículo 24 constitucional? Tenga usted la seguridad, amable lector, que los casos de intolerancia religiosa se multiplicarían en ese estado y en muchas otras entidades de la República mexicana. Hay que recordar que la intencionalidad de dicha reforma es introducir la educación religiosa a las escuelas públicas, una educación que discrimina y excluye a los niños cuyos padres no profesan el catolicismo.

Sería lamentable –y un retroceso para el país– que la mayoría de los congresos estatales aprobaran la reforma del artículo 24 constitucional, pues, de esa manera, estarían permitiendo que la religión se instale de nueva cuenta en las escuelas públicas y se convierta en un elemento de polarización que producirá atropellos, bullying, deserción escolar, etcétera. Aprobar dicha reforma significa llevar más discriminación e intolerancia a las escuelas públicas. Nuestro país no quiere eso, sino la paz, la armonía, la concordia.  


@ArmayaCastro

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