sábado, 25 de febrero de 2012

¿DEFIENDE LA IGLESIA CATÓLICA LOS DERECHOS HUMANOS?



Armando Maya Castro

El pasado 7 de febrero, la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) publicó un comunicado titulado “El poder de la mentira; ofuscación a la verdad”, descalificando a través del mismo a quienes rechazan la reforma del artículo 24 constitucional. Una de las cosas que llama mi atención sobre este pronunciamiento es cuando la CEM –tras reconocer que es la Iglesia católica la que ha estado impulsando dicha reforma– afirma que su misión “no es otra que defender los Derechos Humanos”.
Ante esto, uno se pregunta: ¿De veras es esta su misión? Si es así, qué mal han cumplido su misión a lo largo de su historia. Observe los siguientes eventos históricos y se dará cuenta del porqué de mi afirmación. Tras la publicación de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, aprobada el 26 de agosto de 1789, el rechazo de la Iglesia católica fue inmediato. En 1791, el papa Pío VI, a través de la bula “Quod aliquanttum”, condenó dicho documento, que “hace un reconocimiento general, restrictivo e individualista de la libertad religiosa”. Antonio Osuna Fernández-Largo, asevera que esta bula condenó también a los redactores de dicha Declaración por promulgar “un derecho monstruoso de libertad natural de todo hombre”.
J. Gimbernat afirma que la condena papal fue en razón del artículo 10: “Nadie será inquietado a causa de sus opiniones, ni siquiera religiosas, con tal de que su manifestación no perturbe el orden establecido por la ley”; así como del artículo 11: “La libre comunicación de las ideas y las opiniones es uno de los más preciados derechos del hombre; todo ciudadano, por consiguiente, puede hablar, escribir, imprimir libremente, pero a condición de responder del abuso de esta libertad en los casos establecidos por la ley”.
Décadas después, el papa Gregorio XVI condenó la libertad de conciencia: “Es un principio falso y absurdo, o más bien disparatado, el afirmar que hemos de asegurar y garantizar a todo el mundo la libertad de conciencia. Este es uno de los errores más peligrosos” (Cfr. Encíclica “Mirari Vos” del 15 de agosto de 1832). Sobre la libertad de opinión, dijo que “es la ruina de la sociedad religiosa y civil”. Su condena se extendió a la libertad de retórica, así como a la libertad de imprenta, entendida ésta como “el  derecho de dar a luz pública toda clase de escritos”. La encíclica califica esta libertad como “un monstruo de doctrina, origen de un sinnúmero de errores”, comparable a la libre venta de venenos en una sociedad.
J. Gimbernat añade que durante la Edad Media, la Iglesia romana se opuso a lo que hoy llamamos derechos del hombre, “en los que veía el impulso a la mentira, al error, a un protagonismo usurpador que negaba el orden querido por Dios”. Sostiene, además, que la imagen plástica de hasta dónde estaba dispuesto a llegar el catolicismo para defender su identidad, fue el establecimiento de la inquisición, “responsable entre 1480 y1834 de aproximadamente cien mil muertes y de millares de hogueras encendidas para aniquilar a las brujas, como chivos expiatorios…”.
El comunicado de la Conferencia del Episcopado Mexicano, intenta convencernos de que con la reforma del artículo 24 constitucional se adecuará “nuestro marco constitucional a los requerimientos internacionales…”. Ante esta afirmación, nos preguntamos: ¿De cuándo acá le han importado a la Iglesia católica los tratados internacionales sobre derechos humanos? Si dichos acuerdos fueran importantes para ella, el Vaticano habría suscrito la totalidad de los tratados y convenciones internacionales en materia de derechos humanos, algo que no ha hecho.
“De las 72 convenciones con unos 130 protocolos suscritos por las Naciones Unidas […] para el cumplimiento de los Derechos Humanos, la Santa Sede ha suscrito solo diez. Ha ratificado algunas convenciones (sobre los refugiados, derechos del niño y discriminación racial), pero no las convenciones generales sobre derechos civiles, políticos, económicos y socioculturales y algunas que conciernen a discriminaciones, como, por ejemplo, las basadas en el sexo, la enseñanza, el empleo, crímenes de guerra, tortura, pena de muerte, etc.” (Cfr. Javier Quezada del Río, “Diversidad cultural en el mundo del nuevo testamento”, en “Desafíos del pluralismo a la unidad y catolicidad de la Iglesia, Universidad Iberoamericana”, 2001, p. 110).
Lo anterior deja en claro que el comunicado de la CEM intenta presentarnos un rostro que no le conocemos a la Iglesia católica, institución que figura en diversas etapas de la historia de la humanidad con un sinnúmero de violaciones a los derechos humanos. 

Twitter: @armayacastro





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