jueves, 9 de abril de 2015

GENOCIDIO RUANDÉS

Por Armando Maya Castro
Cerca de un millón de personas fueron ejecutadas en el genocidio ruandés 

Al cumplirse 21 años del genocidio de Rwanda, el Secretario General de las Naciones Unidas (ONU), Ban Ki-moon, hizo un llamado a la comunidad internacional a "que no se limite a hablar de las atrocidades sin adoptar medidas oportunas para prevenirlas", indicó Radio ONU.

Ese fue, sin lugar a dudas, el propósito de la resolución A/RES/58/234, aprobada por la Asamblea General el 23 de diciembre de 2003, en la que declara el 7 de abril de 2004 Día Internacional de Reflexión sobre el genocidio cometido en Rwanda.

A través de dicha resolución, la Asamblea General “alienta a todos los Estados Miembros, las organizaciones del sistema de las Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales competentes, así como a las organizaciones de la sociedad civil, a que observen en Día Internacional con actos y actividades especiales en memoria de las víctimas del genocidio cometido en Rwanda”. Asimismo, “hace un llamamiento a todos los Estados para que actúen de conformidad con la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, a fin de que no vuelvan a repetirse acontecimientos como los ocurridos en Rwanda en 1994”.

Para entender lo que pasó entonces en ese pequeño país de África Central, es importante remontarnos al 6 de abril de ese año. Ese día, los presidentes Juvenal Habyarimana y Cyprien Ntaryamira, de Ruanda y Burundi, respectivamente, perecieron en un “accidente” de aviación que Carla del Ponte narra así en su libro La caza: yo y los criminales de guerra: "Atardecía el 6 de abril de 1994 y el presidente Habyarimana volaba hacia Kigali tras una ronda de negociaciones para poner en práctica los acuerdos del reparto de poder. El piloto francés acababa de maniobrar para la aproximación final cuando alguien lanzó un proyectil tierra-aire que borró el aparato del cielo sin dejar rastro".

Tras el atentado, un grupo de la etnia hutu cercano a Habyarimana comenzó a ejecutar los planes de matanza organizada en agravio de civiles tutsis, a quienes responsabilizaron del doble magnicidio. Las víctimas del genocidio ruandés superaron el millón de personas, la mayoría de la etnia tutsi, aunque también fueron ejecutados miles de hutus moderados.

El actual presidente ruandés, Paul Kagame, ha acusado a Francia de haber tenido un “papel directo en la preparación del genocidio”. También ha responsabilizado a “oficiales belgas y a la Iglesia católica” de instaurar en su país una organización política responsable del odio étnico que desencadenó la matanza en cuestión (Excélsior, 7 de abril de 2014).

Una nota reciente de la agencia noticiosa EFE señala que, este 7 de abril, el mandatario de Rwanda insistió en que “es incomprensible que aquellos que predican la libertad sean aquellos que acogen a genocidas, en alusión a “la corte francesa que recientemente ha absuelto a un conocido genocida”, señaló Kagame.

Respecto a la implicación de algunos miembros del clero católico en el genocidio ruandés, Linda Melvern señala en su libro Un pueblo traicionado: el papel de occidente en el genocidio de Ruanda: “El apoyo católico al nacionalismo hutu era tan patente que, cuando se produjo el genocidio de 1994, el arzobispo de Kigali, Vicente Nsegiyumva, ocupaba un puesto en el Comité central del partido en el poder y estaba íntimamente ligado al entorno más próximo a ‘Poder hutu’, la asociación que organizó el genocidio”. La escritora aclara, con la debida mesura: “no todos los miembros de la Iglesia eran tan próximos al régimen, y algunos predicaban en favor de la reconciliación”.

Entre los procesados por su participación genocida se encuentran el extinto arzobispo Agustín Misago, dos monjas benedictinas: Consolata Mu-kangango (sor Gertrudis) y Julienne Mukabutera (sor María Kizito), acusadas de haber contribuido en la ejecución de 7 mil tutsis que buscaban refugio en el convento de Sovu. La participación de estas “religiosas” consistió en llamar “a las milicias para que echaran del lugar a los desesperados tutsis del perímetro del convento. Les dieron gasolina a los milicianos para que quemaran a unos 500 tutsis que se habían refugiado en el estacionamiento del convento” (La Jornada, 9 de junio de 2001).

Cuando un tribunal belga impuso a sor Gertrudis y María Kizito una condena de 15 y 12 años de cárcel, respectivamente, la sede papal reaccionó inmediatamente: “El Santo Padre no puede expresar sino una cierta sorpresa al ver cómo la grave responsabilidad de tantas personas y grupos envueltos en este tremendo genocidio en el corazón de África, recae en sólo unas pocas personas”, declaró Joaquín Navarro Valls, en ese tiempo portavoz del Vaticano.

Por la implicación de estos clérigos, la Iglesia católica en Ruanda seguirá siendo considerada corresponsable de un genocidio cuyo principal propósito era el extermino de la población tutsi.

Twitter: @armayacastro


Publicado el 9 de abril en el diario El Mexicano

http://www.el-mexicano.com.mx/informacion/editoriales/3/16/editorial/2015/04/09/843745/en-plan-reflexivo


No hay comentarios:

Publicar un comentario