miércoles, 20 de agosto de 2014

EL ÉXITO DE LA SANTA CONVOCACIÓN

Por Armando Maya Castro

La Santa Convocación 2014 concluyó un día después de la conmemoración de la Santa Cena, solemnidad que los integrantes de la Iglesia La Luz del Mundo celebraron con profunda devoción y evidente espiritualidad el pasado 14 de agosto. Con esta celebración, los miembros de esta Asociación Religiosa cumplieron el mandamiento que Jesucristo dio a sus apóstoles la noche que fue entregado.

Respecto a este mandamiento, el apóstol Pablo explicó a la Iglesia que en aquel tiempo se hallaba establecida en la ciudad de Corinto, capital de la entonces provincia romana de Acaya, situada en el extremo sur de Grecia: “Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: «Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí». Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: «Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga»”. 

Hoy, como en la primera dispensación apostólica, participar dignamente del pan y de la copa de bendición es proclamar la muerte de Cristo; es anunciar a los hombres el sacrificio redentor del Hijo de Dios, un acto de amor supremo, realizado con el propósito de lograr la comunión entre Dios y las almas que vivían separadas de Él por causa del pecado.

La noche del pasado 14 de agosto, el Apóstol de Jesucristo hermano Samuel Joaquín Flores cumplió puntualmente el mandamiento que el Hijo de Dios dio a sus apóstoles. Lo cumplió al bendecir con potestad apostólica el pan y el vino, elementos que permitieron a los invitados a la Mesa del Señor renovar su comunión espiritual, recibiendo la fortaleza anhelada, así como los demás beneficios que la Santa Cena proporciona a las almas.

A cuatro días de la finalización de esta celebración de atracción nacional e internacional, se puede asegurar que el balance de la Santa Convocación es altamente satisfactorio en expectativas, organización, número de asistentes (cerca de 350 mil fieles de 45 naciones), cobertura mediática, etcétera. 

Como en las santas convocaciones pasadas, la reciente celebración resultó ser todo un éxito. Así lo han consignado los medios de comunicación que dieron cobertura a la Santa Convocación, uno de los eventos religiosos de mayor interés periodístico y con mayor poder de convocatoria en América Latina. 

Ante el éxito y saldo positivo del evento, es justo reconocer la eficiente organización de la celebración, cuyo principal mérito es del director internacional de la Iglesia La Luz del Mundo, un hombre con 50 años de experiencia en la exitosa organización de santas cenas, lo mismo en la ciudad de Guadalajara que en varios estados de la República Mexicana, así como en muchos países de América, Europa y Oceanía. 

Mi anterior afirmación no intenta desconocer las acciones y esfuerzos de los integrantes del Cuerpo Ministerial, quienes apoyaron con su trabajo, dedicación y esfuerzo las acciones de logística realizadas por el Consejo de Obispos, las Jurisdicciones, Direcciones, Ministerios y Comisiones de la Iglesia. Tampoco intenta desconocer el meritorio trabajo de los casi 17 mil voluntarios que apoyaron en forma desinteresada las diversas actividades de la celebración, sino que se reconozca la destacada labor del Apóstol de Dios, quien hizo posible que la organización del evento haya funcionado como un auténtico reloj suizo, por la eficiencia, precisión y grado de coordinación entre las instancias antes mencionadas.

Gracias a esta impecable labor de coordinación, los invitados del apóstol de Jesucristo disfrutaron de la festividad y tuvieron una estancia feliz en las diversas sedes del evento, beneficiándose con todo lo que ofrece la Santa Convocación: presencia apostólica, estudios bíblicos, convivencia fraternal y oficios sagrados, sobresaliendo entre éstos últimos la Santa Cena, una celebración que cumplió con creces el propósito espiritual para el cual fue instituida.

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