martes, 22 de abril de 2014

LA TORTURA, UN MAL QUE NO CESA

Juan Méndez, relator especial para la Cuestión de la Tortura de la ONU, comenzó el día de ayer una visita oficial a México. Información vertida por la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) indica que durante su estancia en territorio mexicano, Méndez sostendrá cerca de 25 reuniones con alrededor de 100 funcionarios federales y estatales.

Las actividades y reuniones del relator de la ONU buscan disminuir los índices de tortura policiaca existentes en casi todos los estados de la República mexicana. Y no es para menos si tomamos en cuenta que la tortura se ha convertido en México en una práctica sistemática, generalizada e impune. Un dato que demuestra la anterior afirmación nos lo da la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH): de las 1.662 denuncias de tortura y malos tratos que este organismo recibió en 2012, no se impusieron condenas por tortura a lo largo de ese año.

Para ponerle fin a esta vergonzosa impunidad –que alcanzó niveles inimaginables en el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa– es necesario comenzar a investigar los hechos de tortura y las demás conductas violatorias de derechos humanos. Asimismo, es necesario aplicar el peso de la ley a las autoridades que incumplen con su deber de investigar los actos de tortura policial, algunos de los cuales han producido el encarcelamiento de personas inocentes, obligadas a firmar bajo tortura declaraciones falsificadas.

En varias oportunidades hemos hablado en este espacio sobre este persistente problema. A finales de junio de 2013 recordé las declaraciones de Rupert Knox, investigador de Amnistía Internacional, quien se expresó así del tema que hoy nos ocupa: "Las fuerzas de seguridad de México siguen atacando a personas a las que consideran enemigos, especialmente aquellas de las que creen que tienen vínculos con el narcotráfico, sin poseer necesariamente pruebas reales. Esto ha dado lugar a detenciones arbitrarias, tortura, desapariciones forzadas y homicidios ilegítimos".

Entiendo perfectamente bien que la tortura ha sido empleada desde épocas muy remotas por la mayoría de los pueblos de la tierra. Fue utilizada en la Edad Media por la inquisición, principalmente en aquellos países donde el catolicismo llegó a ser la religión dominante. La inquisición fue instituida en 1231 a través de los estatutos “Excommunicamus” del papa Gregorio IX. Esta institución criminal –que no judicial– centró su atención en la herejía y en sus supuestos autores, a quienes procuró descubrir, enjuiciar y sentenciar.

A esta inhumana institución, Inocencio IV le imprimió un carácter más diabólico. El 15 de mayo de 1252, a través de la bula “Ad extirpanda”, se autorizó el uso de la tortura en los interrogatorios inquisitoriales. Antes de esto, la tortura física, aunque se practicaba, era ilegal y se consideraba ajena a la práctica canónica (Samuel Villa, Historia de la Inquisición y la Reforma en España, Clie, Barcelona, 1977, p. 38).

Las pruebas obtenidas bajo tortura, que hoy en día son consideradas nulas conforme a la Declaración Universal de Derechos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en los tiempos de la inquisición eran suficientes para enviar a la hoguera a cualquier persona sospechosa de herejía.
Por Armando Maya Castro

Luego de varias supresiones temporales, la inquisición fue suprimida definitivamente en 1834. Aunque este despótico tribunal ya no existe, sobrevivieron los métodos y técnicas de la tortura, tan frecuentes en las corporaciones policiacas que no cuentan con la formación adecuada o los recursos necesarios, lo que los lleva a "recurrir a la tortura o los malos tratos como un método rápido para obtener confesiones y conseguir que los tribunales dicten declaraciones de culpabilidad", afirma Amnistía Internacional (AI).

Es oportuno mencionar que a partir de la promulgación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el 10 de diciembre de 1948, algunos países del mundo han realizado importantes avances para acabar con la tortura. En nuestro país sí se han dado avances, pero no lo suficientes como para erradicar el flagelo de la tortura y del maltrato.

A pesar de que el artículo 5° de la Declaración antes mencionada ordena que "nadie será sometido a tortura ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes", la realidad es que en México a la mayoría de las víctimas de tortura se les niega sistemáticamente la justicia. Esto, afirma AI, "crea una atmósfera en la que los posibles torturadores pueden seguir torturando y maltratando, sabiendo que no serán detenidos, procesados ni castigados".


Los mexicanos esperamos que la visita del relator Méndez a México no se limite a recibir informes sobre las actividades y avances legales del Estado Mexicano en contra de la tortura. Esperamos que su visita contribuya a sensibilizar a nuestras autoridades para que cesen las prácticas que se dan en los separos y en otros lugares clandestinos, donde policías y judiciales siguen torturando a los detenidos, restándole importancia a las leyes y a los instrumentos internacionales que prohíben el uso de la tortura.


No hay comentarios:

Publicar un comentario