sábado, 5 de octubre de 2013

LA CORRUPCIÓN, UN MAL PERSISTENTE Y DAÑINO

Por Armando Maya Castro
En el caso específico de México, y de varios países latinoamericanos, la corrupción se remonta al tiempo de las "encomiendas", durante cuya vigencia se cometieron diversas clases de abusos y actos de corrupción perpetrados por los encomenderos en agravio de los indígenas

Las declaraciones de Luis Felipe Puente, coordinador de Protección Civil de la Secretaría de Gobernación, en el sentido de que la corrupción y la ineficiencia "construyeron" la tragedia que en estos momentos vive Guerrero, nos confirman que este flagelo sigue teniendo presencia activa y dañina en México. El gobernador Ángel Aguirre declaró que todo apunta que hubo corrupción, y que el gobierno a su cargo recopila información que le permita saber qué exservidores públicos otorgaron permisos (a cambio de mordidas) para edificar viviendas de interés social en zonas inapropiadas.

Lamentablemente, hasta ahora el combate a la corrupción ha sido estéril. No han logrado acabar con ella las leyes que se han promulgado con el propósito de erradicarla de nuestro entorno. Tampoco han podido debilitarla los procesos seguidos a los funcionarios que han sido acusados de corrupción, ni las acciones y medidas que se han implementado contra este complejo fenómeno.

Los mexicanos sabemos perfectamente bien que la corrupción no es un mal de nuestro tiempo. Estamos ciertos que este mal social se remonta a los primeros años del México colonial, cuando el rey de España, Carlos V, brindó beneficios como las “encomiendas” a determinados conquistadores. La encomienda consistía en la asignación, por parte del rey, de cierta cantidad de indios a un encomendero. El deber de éste era instruirlos en el catolicismo y enseñarles el castellano. Un encomendero no podía separar a los aborígenes de sus familias, ni venderlos ni negociarlos, como se hacía con los demás  esclavos de la época.

Los abusos en agravio de los indios por parte de los encomenderos eran cotidianos. Sobresalía entre estos ultrajes el cobro excesivo de tributos, sin ofrecer nada a cambio. Cuando Bartolomé de las Casas denunció esta arbitrariedad, la Corona española decidió convertir la encomienda en un privilegio que la beneficiara únicamente a ella.

Respecto a la corrupción imperante en ese tiempo, Guillermo Céspedes del Castillo, en su libro América Hispánica, 1492-1898, señala: "Abusos y corrupción existieron a todos los niveles de la administración de los indios, pero justo es reconocer que los problemas de esta fueron cada vez más serios a partir  de 1550...".

De entonces a la fecha, han pasado más de 500 años, a través de los cuales la corrupción ha seguido creciendo hasta alcanzar niveles altamente preocupantes. A lo largo de esos años, varias generaciones de mexicanos han sido testigos del severo daño que este mal endémico le ha ocasionado a nuestra economía, lo mismo que a nuestra vida pública, privada y social.

En las últimas décadas, los mexicanos hemos presenciado anomalías administrativas en gobiernos emanados de distintos partidos políticos. Estas prácticas inmorales, aparte de perjudicar seriamente la confianza de la ciudadanía en sus gobernantes, debilitan las instituciones políticas y económicas. En algunos casos, los actos de corrupción han llegado a facilitar la obra devastadora de la naturaleza. Los mejores ejemplos: el terremoto del 19 de septiembre de 1985, y el paso de la tormenta tropical “Manuel””, que afectó seriamente a los habitantes de Guerrero.

El combate a la corrupción debe continuar, teniendo como finalidad acabar con todas y cada una de sus modalidades delictivas, incluida la más común de todas: la mordida, práctica que involucra al ciudadano que ofrece pequeñas sumas de dinero a los policías a cambio de ignorar las infracciones de tránsito, como a los agentes que las reciben, que muchas veces son quienes las piden. Con esta práctica no sólo se esquivan multas, sino también detenciones y traslados al corralón.

La mordida hace acto de presencia cuando se trata de agilizar trámites; es útil para modificar expedientes, brincarse las colas, etcétera. En casos mayores, es obligado “ponerse a mano” mediante un pago extra para esquivar exigencias y requisitos en los trámites.  Tanto arraigo tiene esta práctica en nuestro país, que para muchas personas es sólo un método práctico de obtener el beneficio anhelado, no una práctica ilegal.

Pero la mordida es un mal que no se limita a los ámbitos antes mencionados. Existen políticos que la practican afectando seriamente la economía del país y, en consecuencia, el bienestar de la ciudadanía. Me refiero a esos funcionarios públicos de alto nivel que, por una fuerte suma de dinero, han llegado a facilitar la venta de un bien público a un costo muy inferior de su valor real.


Otras formas de corrupción se dan cuando en cualquiera de los tres órdenes de gobierno se tolera que quienes tienen la obligación de servir se coludan con criminales, que los ministerios públicos reciban dinero para dejar en libertad a los delincuentes. La actual administración está obligada a trabajar más y mejor en el combate a todas las modalidades de corrupción. En este combate debemos de participar todos, procurando que este cáncer deje de mellar la confianza de los ciudadanos en las instituciones. 


@armayacastro

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