lunes, 8 de julio de 2013

VIOLENCIA ESCOLAR



Armando Maya Castro

La agresión sicológica, verbal o física, producida entre niños en edad escolar, es un fenómeno social que, aunque se ha incrementado en los últimos años, no es propia de nuestro tiempo. El acoso escolar, que se manifiesta principalmente en las aulas y patios de las escuelas, tiene décadas de estar presente en los centros educativos de México y el mundo.

Clifford H. Edwards, autor del libro “El orden en las aulas: Recursos para resolver los problemas de disciplina en clase”, apunta que el acoso escolar (bullying en su expresión inglesa) “se ha relacionado con las masacres escolares, cada vez más frecuentes desde mediados de la década de 1950”.

Lo que sí es propio de nuestro tiempo es el interés mundial por solucionar este delicado problema, que se manifiesta en el medio escolar a través de la violencia perpetrada por determinados niños y adolescentes en agravio de algunos de sus compañeros. Las siguientes son algunas de las manifestaciones de violencia más comunes: golpes, gritos, zancadillas, asignación de apodos, confiscación de objetos, amenazas y comentarios hirientes, acciones que suelen complicar la vida de la víctima y de los familiares de ésta.

¿Pero a qué se debe este fenómeno? ¿Cuál es la raíz de este reprobable mal? Los estudiosos del tema señalan que el problema obedece a un conjunto de factores: los cambios que ha experimentado la escuela en la época actual, la influencia de los medios de comunicación, particularmente la televisión, cuyo contenido violento ha contribuido a la transformación de un importante número de niños en seres altamente agresivos.

A principios de la década de los setentas, autores como Gerbner y Liebert analizaron las emisiones de televisión americana que en aquellos años contemplaban los menores de edad. De acuerdo con el primero, el 80% de esas emisiones contenían episodios violentos. Años después, “contó en programas destinados a los niños un promedio de seis agresiones por media hora, contra un solo acto de apaciguamiento luego de una agresión, en ese mismo lapso”. Huesmann afirma que “el hecho de ver mucha violencia en la televisión está asociado al aumento de la agresión, sobre todo en los niños menores”.

A esto debe agregarse el uso del internet y de los teléfonos móviles, que han dado origen a lo que hoy por hoy se conoce como cyberbullying: hostigamiento escolar sufrido a través de redes sociales o servicios de comunicación móvil.

Sobre este tipo de acoso,  Flavia Sinigagliesi, pediatra del Equipo Bullying Cero Argentina del Centro de Investigaciones del Desarrollo Psiconeurológico, explica: "Hasta no hace mucho, el acoso terminaba fuera del colegio. Ahora con los celulares e internet no tiene límite”. Me interesa dejar en claro que el problema no es la nueva tecnología, sino el mal uso que de ella se hace. 

Otro factor que ha contribuido al incremento del acoso escolar es la utilización abusiva de aquellos videojuegos cargados con violencia ficticia. El contenido de éstos “puede llevar a los niños y adolescentes a confundir realidad y fantasía y ver con naturalidad la agresión a los demás”.

Esta situación ha sido y seguirá siendo materia de estudio para los sicólogos de nuestro tiempo, quienes se han declarado hondamente preocupados por la nueva generación de realidad virtual y de juegos en internet. 

Los daños que el acoso escolar ha ocasionado son tantos y tan preocupantes, que el Senado de la República, luego de reportar que en el 2012 murieron al menos 5 mil menores por causas relacionadas con el bullying, se puso a trabajar en una iniciativa de ley que tiene el propósito de prevenir y castigar la violencia escolar.

Nuestro país necesita, aparte de la mencionada ley, el involucramiento de la sociedad en general, pero principalmente de los padres de familia, quienes tienen la obligación de estar al tanto de cualquier señal que ayude a detectar si sus pequeños son causantes o víctimas de bullying. Estará de acuerdo conmigo, estimado lector, que en cualquiera de estos casos los menores de edad necesitan recibir ayuda.

Me queda claro que los padres de familia, con el apoyo del Estado, tendrán que hacer mucho más de lo que han hecho, ocupándose de los niños agredidos, de los testigos de la agresión, y de los agresores. Es honesto reconocer que estos últimos también son víctimas de la lamentable crisis de valores por la que atraviesa nuestra  actual sociedad.

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