Por Armando Maya Castro
Pese a que el artículo 40 constitucional declara laica a la República mexicana, las violaciones al Estado laico están a la orden del día |
En abierta violación al Estado laico, diversas
autoridades estatales y municipales han participado oficialmente en eventos
católicos o evangélicos, violando así el artículo 40 de la Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos, donde se establece con absoluta
claridad que la República Mexicana, además de representativa, democrática y
federal, es laica.
Estos atropellos a la ley han sido denunciados
y muy comentados en los medios de comunicación y en las redes sociales, donde
se han levantado diversas voces que exigen sanciones para los políticos que han
violentado el Estado laico y la histórica separación entre el Estado y las iglesias.
Hasta ahora, en cada uno de estos actos
la gran triunfadora ha sido la impunidad, lo que alienta a otros políticos a
proceder de manera similar, olvidando que en un Estado laico su servicio
público debe ceñirse a la ley y permanecer al margen de prácticas de tipo
religioso.
Tenemos ahora el caso de Guillermo
Padrés Elías, gobernador de Sonora, quien fue recibido en el Vaticano por el
papa Francisco, a quien invitó a su estado natal en los siguientes términos:
“Sonora le invita, de todo corazón, a que nos conceda el privilegio de su
visita. Para nosotros será un motivo de entusiasmo y de alegría tan grande como
la fe, la esperanza y la caridad que anida en el espíritu de sus hijos, los
hijos de Sonora”.
La afirmación de Padrés Elías es
violatoria de nuestra Carta Magna y de las leyes que de ella emanan, las cuales
juró cumplir y hacer cumplir al asumir la gubernatura de su estado. Como las
demás entidades de la República, Sonora es un estado cuya composición religiosa
es plural. Lo anterior lo demuestra la información que el INEGI recabó durante
el Censo de Población y Vivienda 2010,
la cual revela que cerca del 20% de la población sonorense no profesa el
catolicismo. Así es que, declarar a los sonorenses “hijos del papa” es declarar
católicos a los miles de sonorenses que, haciendo uso de su libertad religiosa,
han optado por una fe distinta a la católica.
Este tipo de proceder, aparte de
atropellar al Estado laico, atropella también los sentimientos religiosos de las
personas que no se identifican con el catolicismo. Esto ya sucedió en el
sexenio pasado, cuando Felipe Calderón Hinojosa, desde el más alto cargo
político del país, señaló que los mexicanos “somos guadalupanos, independientemente […] de
las creencias o no creencias…”. Esa declaración falaz y excluyente hirió los
sentimientos de más de 20 millones de personas que no se identifican ni con la
Iglesia romana ni con el guadalupanismo. El gobernador de Sonora hace exactamente
lo mismo. No declara a los sonorenses guadalupanos, como lo hizo Calderón, pero
los declara “hijos del papa”, pasando por encima de la forma de pensar y de
creer de decenas de miles de gobernados suyos.
Mi
postura ha sido siempre de respeto a las creencias religiosas de las personas dedicadas
a la política, hombres y mujeres que deben de tomar conciencia que un Estado
laico está al servicio de todos los ciudadanos, sean católicos, evangélicos, ateos,
agnósticos, musulmanes o judíos. Por ello, coincido con las voces que sostienen
que la perspectiva laica es la única que puede garantizar que los espacios e instituciones
públicas sean respetuosos y tolerantes con todas las opciones morales y
religiosas de los ciudadanos. Esto no está sucediendo hoy por hoy en nuestro
querido México, donde el atropello cotidiano a la laicidad se traduce en
atropellos a nuestros derechos humanos y libertades fundamentales.
Lo que todo mundo lamenta es que, por
intereses político-electorales, nuestros gobernantes tengan que someterse al capricho
de una jerarquía católica insaciable, que pretende someter a su arbitrio al
Estado y a la clase política mexicana, buscando apoderarse de la educación
oficial para imponer, desde las escuelas públicas, su visión moral de las costumbres,
así como aquellos dogmas que han sido confeccionados en los concilios
ecuménicos que ha realizado la Iglesia católica.
El Estado
confesional forma parte de un pasado cuyo retorno es anhelado únicamente por el
clero católico y por la derecha mexicana, infiltrada actualmente hasta en
aquellos partidos que hace algunos años estaban etiquetados como de centro y de
izquierda. Este hecho patente e irrefutable, así como el silencio e inacción de
la Secretaría de Gobernación, son cosas que nos preocupan seriamente y nos
llevan a preguntarnos: ¿Cuál es el futuro del Estado laico con una clase política
esmerada en satisfacer las demandas clericales?
Los
mexicanos no debemos cruzarnos de brazos esperando el surgimiento de una
generación de políticos que sea capaz de frenar el proceso de deterioro de la
laicidad del Estado mexicano. Nuestro deber es sumar esfuerzos que estén
orientados al fortalecimiento y consolidación del Estado laico.
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