domingo, 2 de diciembre de 2012

UN SEXENIO PARA EL OLVIDO



Por Armando Maya Castro

Calderón se marcha dejando tras de sí una estela de violencia, dolor y muerte

Desde el primer minuto del día de hoy, Enrique Peña Nieto es el presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos; releva en el cargo a Felipe Calderón Hinojosa, quien priorizó la lucha contra la delincuencia organizada, negándose a escuchar las voces que en el transcurso de su administración le pidieron modificar su estrategia anticrimen. 

La guerra contra el narcotráfico, “criticada por su improvisación y por la imprevisibilidad de los costos en vidas humanas”, en vez de resolver el problema, lo agravó: las organizaciones criminales que operan en México se multiplicaron en los últimos seis años, reveló hace algunas semanas el Gabinete de Seguridad Nacional.

El de Calderón pasa a la historia como un sexenio marcado con la impronta de la violencia, con historias de ejecuciones (83 mil según el Semanario Zeta), daños colaterales, violaciones a los derechos humanos y otros actos de crueldad bien conocidos. A lo largo de esa administración, los mexicanos experimentamos el miedo y la inseguridad como nunca antes. Calderón conocía perfectamente bien los temores de la población, pero en vez de remediaros se limitó a decirnos que las acciones del Estado eran correctísimas y que todo era por nuestro bien y por el de nuestros hijos. 

Los spots pagados por el gobierno federal nos repetían hasta el cansancio que, gracias a las acciones de la Policía Federal, del Ejército y la Marina, los capos de las drogas iban cayendo uno tras otro. Lo cierto es que las acciones anti narco y la captura de más de 3 mil narcotraficantes no debilitaron –como se pretendía– la estructura de los cárteles de las drogas, los cuales siguen operando gracias a la corrupción, impunidad, complicidad e indiferencia de algunas autoridades de gobierno. 

Calderón se marcha admitiendo insuficiencias en su gobierno, pero convencido de que hizo lo correcto; así lo expresó en su mensaje de despedida, transmitido en cadena nacional el pasado miércoles. Ese día nos dijo, con base en qué, no lo sé, que deja un país “distinto y mejor”. 

Tiene razón cuando afirma que deja un país distinto, pero no la tiene cuando asegura que hoy México es mejor que hace seis años. Si así fuera, tenga usted la seguridad que el PAN no hubiera sufrido una derrota tan estrepitosa en las elecciones del pasado 1 de julio. La Comisión de Evaluación y Mejora, creada por el PAN para conocer las razones de su más reciente derrota electoral, ubica al mal trabajo de Calderón en el gobierno como uno de los factores de la derrota panista. 

Algunos expertos en economía y finanzas destacan algunas cosas buenas en el sexenio que ya expiró: finanzas públicas sanas, avance en infraestructura carretera y un saldo positivo en lo que concierne a salud pública. Estos avances, el económico sobre todo, no se refleja en el bolsillo de millones de mexicanos que viven una dramática situación de pobreza a lo largo y ancho del país. En la administración del michoacano, el número de pobres aumentó en 12 millones. Hoy por hoy, la pobreza afecta a 52 millones de mexicanos, y 30 que son vulnerables a estar en dicha condición. 

Es también lamentable la falta de resultados del gobierno saliente en lo que concierne a generación de empleos. Calderón, quien se autonombró a lo largo de su campaña electoral como el presidente del empleo, no logró cumplir la promesa de crear 800 mil empleos formales al año. Duele decirlo, pero hoy, más de 20 millones de mexicanos están desempleados. De éstos, 14 millones se han colocado en el comercio informal. 

Algunos actores políticos elogian el trabajo de Calderón en materia de libertades, asegurando que México goza actualmente de la más amplia libertad de expresión; afirman que nunca antes como ahora se ha permitido la libre expresión de las ideas y las críticas a las autoridades. Estos políticos ignoran voluntariamente que la Organización de las Naciones Unidas y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos han evaluado a México como el país más peligroso de América para ejercer el periodismo. Los 82 periodistas asesinados en la administración calderonista corroboran el recuento de estos dos organismos internacionales. 

Los mexicanos esperan que Enrique Peña Nieto privilegie la labor de inteligencia en el combate a la delincuencia organizada. Esperan que él y sus colaboradores sean capaces de crear corporaciones policiacas honestas y preparadas para brindar seguridad permanente a la población. Todos esperamos que Peña Nieto, y los políticos que desde ayer conforman su gabinete, sean mujeres y hombres honestos y con vocación de servicio, capaces de construir un México seguro, justo y próspero. 

@armayacastro 


Publicado el 01 de diciembre de 2012 en el diario El Mexicano de Tijuana






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