viernes, 21 de diciembre de 2012

PERVIVENCIA DE LA INTOLERANCIA RELIGIOSA



Por Armando Maya Castro


El pasado 19 de diciembre se cumplieron 450 años de la derrota de los protestantes a manos de los católicos, en el marco de las llamadas Guerras de Religión. Esto sucedió en Dreux, en 1562, año en que la Iglesia católica desencadenó la primera de ocho guerras de religión, en el transcurso de los cuales fueron asesinados decenas de miles de protestantes. 


Encarcelados por sus convicciones
El 24 de agosto de 1572, tuvo lugar en París la masacre conocida como la “Noche de San Bartolomé”, en la que miles de protestantes franceses, incluidos los principales líderes de éstos, fueron asesinados bárbaramente. Esta terrible matanza, que se extendió rápidamente a lo largo y ancho de Francia, marca el inicio de la cuarta guerra de religión.

La “Historia General del Cristianismo, del Siglo I al Siglo XXI", escrita por John Fletcher y Alfonso Ropero, refiere así los pormenores de esta masacre: “Asesinaron a sangre fría al almirante Coligny, guerrero intrépido y hugonote firme, y por una ventana arrojaron su cuerpo al patio. Durante siete días con sus noches, corrió por las calles la sangre de los protestantes; fuera de la capital, la matanza fue súbita y horrorosa; las aguas del Loire y del Ródano se tiñeron de la sangre y se pusieron espesas con los cadáveres de las innumerables víctimas. En centros de persecución se convirtieron las ciudades de Meaux, Orleáns, Bourges, Lyón, Rouen, Tolosa y Burdeos. Perecieron a fuego y espada por lo menos treinta mil hugonotes”.

Acciones como estas terminaron debilitando considerablemente al protestantismo francés, pero no lo aniquilaron. Tampoco pudieron librar a Francia de la influencia protestante, como pretendía la Iglesia católica de la época. Lograron, eso sí, prolongar aquellas persecuciones hasta abril de 1598, fecha en que el rey Enrique IV promulgó el Edicto de Nantes, garantizando mediante el mismo cierto grado de libertad religiosa.

La promulgación de este importante decreto, que ha pasado a la historia como el Edicto de Tolerancia de Nantes, tuvo lugar durante el pontificado del último papa de la contrarreforma: Clemente VIII. Este documento –que concedía parcial libertad religiosa a los protestantes y que ponía fin a las guerras entre éstos y los católicos– jamás gozó de la aceptación de las autoridades de la Iglesia católica. Clemente VIII lo desaprobó, calificándolo como “la cosa más maldita del mundo”. 

Es justo reconocer que, a partir de la proclamación del mencionado edicto, “se hicieron muchas concesiones a los protestantes, que, además de la libertad de conciencia, gozaban de libertad de culto. En el plano jurídico, una amnistía devolvió a los protestantes todos sus derechos civiles. En el aspecto político, tenían derecho a desempeñar todos los empleos y a formular advertencias u observaciones (remontrances) al rey”. Estas permisiones no pusieron fin a la persecución ni a las limitaciones que había para los protestantes franceses, cuyos cultos no podían celebrarse en cualquier parte, sino sólo en determinados pueblos y en los suburbios de las ciudades. ¿Podía llamarse a esto plena libertad religiosa? 

En 1629, el cardenal de Richelieu, Armand Jean du Plessis, secretario del rey Luis XIII, anuló las formalidades políticas del edicto. De esta forma se privaba de nueva cuenta a los hugonotes (calvinistas franceses) de sus derechos políticos. Lo más grave ocurrió en 1685, año en que el rey Luis XIV revocó el edicto completamente, “pensando” que ya no quedaban protestantes en Francia.

Esto sucedió en el pasado –afirman muchos católicos en defensa de su Iglesia–, ahora nada de eso sucede. Aunque no se quiera admitir, en la actualidad los evangélicos siguen siendo perseguidos todavía por causa de su fe. Hace dos días, un importante diario de circulación nacional publicó un lamentable caso de intolerancia religiosa en la nota titulada “Católicos retienen a 30 evangélicos en Hidalgo”. Se trata del atropello a los derechos humanos de un grupo de personas que, por razón de sus convicciones religiosas, se  niegan a cooperar para las fiestas patronales y la realización de diversas faenas.

Es lamentable que casos como el de Huejutla, en los que se secuestra y priva de la libertad a un grupo de personas adultas y ancianos, las autoridades de la Segob opten por privilegiar la vía del diálogo y la conciliación, pasando por alto que se trata de delitos que merecen ser sancionados con todo el peso de la ley. Ojalá que la nueva administración federal esté a la altura de las circunstancias y sancione con rigor estos casos de intolerancia religiosa, poniendo fin a este tipo de impunidad. 


 @armayacastro



No hay comentarios:

Publicar un comentario