Por Armando Maya Castro
El supuesto fin del mundo generó diversas reacciones |
Transcurrió el 21 de diciembre de 2012 y el mundo
sigue en pie; no se ha acabado ni ha sufrido el daño catastrófico que algunas
voces –fundamentándose en una errada interpretación del calendario maya–
pronosticaron que ocurriría el día de ayer.
Las profecías que anuncian el fin del mundo no
son nuevas; son tan antiguas como la humanidad misma. Vaticinios así abundaron
estando próxima la llegada del año 1000 d. C. Muchos religiosos, convencidos
del inminente fin de todas las cosas, anunciaron que al acabarse el último
minuto del primer milenio de nuestra Era, se acabaría también el mundo y todo
lo que en él habita.
En la Edad Media, el papa Silvestre II,
instruido en filosofía, matemáticas y astronomía, le entró también al juego de
las predicciones, afirmando que la humanidad llegaría a su fin apenas iniciara
el primer milenio. De esa manera soslayó lo que Jesucristo el Hijo de Dios enseñó
a sus apóstoles acerca del fin del mundo: “Pero del día y la hora nadie sabe,
ni aun los ángeles, sino sólo mi Padre” (Cfr. Mt. 24:36).
Ante la supuesta inminencia del fin que
entonces se anunciaba, el pontífice romano y el emperador Otón III suspendieron
sus diferencias de carácter político. Mucha gente de la época se trasladó a
Jerusalén, vendió sus propiedades y las regaló a los pobres, dejó sus tierras
sin arar, pensando que no tenía sentido trabajarlas si el mundo se iba a terminar.
A partir de entonces, comenzó a llamarse milenaristas (por los mil años) a
quienes, basados en determinados cálculos, predecían el fin del mundo y
anunciaban el comienzo de una nueva era. El año 1000 llegó y nada sucedió.
A través de los tiempos, adivinos, astrólogos
y religiosos han fijado diversas fechas para el fin del mundo. Luego de los
fallidos vaticinios del año 1000, algunos teóricos explicaron que el cálculo del
fin para el año 1000 se había hecho mal, "pues los mil años habrían de
pasar desde la fecha de la muerte de Cristo y no desde su nacimiento. Por
tanto, el fin del mundo ocurriría en el año 1033”.
El mundo no se acabó en esa fecha, como
tampoco las predicciones en ese sentido. En 1179, el astrólogo Juan Toledo hizo
circular panfletos que señalaban que el mundo llegaría a su fin el 23 de
septiembre de 1186, fecha en la que –según el pronosticador– los planetas
conocidos se reunirían en la constelación de libra. La predicción impactó tanto
que terminó por convencer al emperador bizantino y al arzobispo de Canterbury,
quien llamó a un día de recogimiento.
Tiempo después, el abad italiano Joaquín de
Fiore afirmó que el fin del mundo estaría previsto para el año 1260. A medida que se acercaba la fecha predicha
por el monje cisterciense, se volvieron frecuentes las autoflagelaciones
colectivas y se multiplicaron las inquietudes escatológicas, en particular
entre los mendicantes. En el libro “Fraudes, engaños y timos de la historia”,
escrito por Gregorio Doval Huescas, se afirma que "en junio de 1523,
adivinos y astrólogos londinenses profetizaron que un diluvio destruiría la
ciudad de Londres el 1 de febrero de 1524. Esta predicción provocó la huida de
más de veinte mil londinenses al llegar esa fecha".
Espiritistas y líderes religiosos de diversas
iglesias, como los adventistas y testigos de Jehová, han anunciado el fin del mundo sin que se cumplan
sus predicciones. El caso concreto de los testigos de Jehová es peculiar, ya
que esta organización completó en 1984 su record de 9 predicciones falsas. Las anteriores
fechas fueron: 1874, 1878, 1881, 1910, 1914, 1918, 1925 y 1975. En 1984, esta
organización declaró que dejaría de hacer este tipo de predicciones.
Las personas y grupos –religiosos o no– que
han anunciado el exterminio de la raza humana han cometido el error de ir más
allá de lo que está escrito en las Sagradas Escrituras, quebrantando así una
importante regla de interpretación bíblica recomendada por el Apóstol Pablo:
“para que en nosotros aprendáis a no pensar más de lo que está escrito” (Cfr. 1
Co. 4:6). Cuando se piensa, se dice y se enseña más de lo que quedó asentado en
las Sagradas Escrituras, el hombre se equivoca y hace que quienes creen en sus palabras
y predicciones se equivoquen de la misma manera.
Una cosa debe quedarnos clara a todos: lo que
el Señor Jesucristo enseñó hace cerca de 2 mil años, en el sentido de que el
día y la hora del fin únicamente las sabe Dios, sigue vigente. Atreverse a ir
más allá de las palabras del Hijo de Dios es una altivez que invade la esfera
exclusiva de Dios.
@armayacastro
@armayacastro
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