martes, 1 de mayo de 2012

EL PERIODISMO EN MÉXICO, UNA PROFESIÓN PELIGROSA


Por Armando Maya Castro

México está considerado como “el país más peligroso para el ejercicio del periodismo en las Américas”. Así lo demuestran los 70 homicidios cometidos contra comunicadores entre los años 2000 y 2010, así como los 13 asesinatos registrados entre enero y octubre de 2011 en los cuales no se ha descartado un vínculo con la actividad profesional. Lo anterior fue informado en octubre pasado por Frank La Rue y Catalina Botero, relatores para la libertad de expresión de la Organización de Naciones Unidas (ONU) y de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), respectivamente.

Se trata de dos informes distintos pero que coinciden en lo esencial. En ambos se reconocen mínimos avances en lo relativo a la protección de la libertad de expresión: el papel del Instituto Federal de Acceso a la Información y Protección de Datos (IFAI); la creación por parte del Gobierno Federal de la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión (FEADLE) de la PGR; y la despenalización de los delitos contra el honor a nivel federal y en la mayoría de las entidades federativas. 

Seis meses después del referido informe, se ha dado un importante avance legislativo en lo relativo a la protección de los representantes de los medios de comunicación. Me refiero a la Ley para la Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, aprobada por el Senado de la República el pasado 24 de abril. Ayer, mientras escribía esta columna, la Cámara de Diputados aprobó la citada ley por unanimidad. Por cierto, en el marco de dicha aprobación se guardó un minuto de silencio en memoria de Regina Martínez Pérez, corresponsal del semanario “Proceso” en Xalapa, Veracruz, asesinada cobardemente en el interior de su domicilio, el pasado 28 de abril. 

Este asesinato demuestra que los periodistas siguen sin recibir la debida protección por parte del Estado, aparte de constituir una evidencia más de que –en el caso concreto de la violencia contra los comunicadores– sigue sin adoptarse una política integral de prevención, protección y procuración de la justicia.
El gremio periodístico ha reaccionado con justificada indignación por este lamentable hecho, el cual entristece y agravia a los veracruzanos y a los mexicanos en general. Los periodistas del país han levantado la voz para exigir a las autoridades competentes una investigación a fondo, que esclarezca este asesinato y lleve a los responsables ante la  justicia.

Para la CIDH, “el asesinato, las amenazas y el hostigamiento a comunicadores sociales constituye no sólo una violación directa de sus derechos a la vida y a la integridad física, sino que tales hechos atentan contra la libertad de expresión e información del conjunto de la sociedad, y por tal motivo lanza condenas tan enérgicas cuando se producen hechos de esta naturaleza”. 

Sé bien que cualquier homicidio será siempre lamentable y digno de la más enérgica condena. Sin embargo, cuando se trata del asesinato de un comunicador, el caso reviste mayor gravedad, según nos explica Andrés Cañizales, coautor del libro Libertad de Expresión, una discusión sobre sus principios, límites e implicaciones: “Cuando un periodista en el ejercicio de sus funciones es agredido, herido o asesinado se tiene una víctima humana, individual, pero también es una pérdida social, pues el conjunto de la sociedad dejará de contar con una fuente informativa”.  

¿Qué buscan los enemigos de la libertad de expresión al arremeter violentamente contra quienes se dedican a investigar e informar sobre casos de corrupción política, narcotráfico y crimen organizado? El objetivo es, sin duda, debilitar el debate público sobre temas que son claves para la sociedad. Es por ello que esta clase de violencia debe entenderse no sólo como un atentado al derecho a la vida y a la integridad física del comunicador, sino también como una violación del derecho a la libertad de expresión.  

Las autoridades de los tres niveles de gobierno están obligadas a trabajar mucho más en la erradicación de la impunidad, corrupción y autoritarismo, fenómenos limitantes de la libertad de expresión. Anabel Fernández García, autora del libro “Los señores del narco”,  señala que en lo que va del presente sexenio México se ha convertido en un “Estado criminal perfecto”, situación que –según ella– ha provocado que sea más difícil escribir sobre un conflicto que ha cobrado la vida de 60 mil personas. 

Se trata de un problema que va en aumento y que no es privativo de un estado. El asesinato de Regina Martínez se suma a una larga lista de atentados en contra de periodistas y comunicadores en diferentes puntos del territorio nacional. 

La sociedad exige a las autoridades frenar la ola de violencia que azota al país y poner fin a esta historia de crímenes y atentados que ha cobrado la vida de diversos periodistas que no hacen otra cosa que cumplir con su deber de informar a la opinión pública. Tenemos el deber de velar porque este crimen no quede irresuelto, como lamentablemente han quedado muchos otros.


Twitter: @armayacastro

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