sábado, 19 de mayo de 2012

BODAS DE ORO DE UNA PAREJA EXCEPCIONAL


Por Armando Maya Castro

Hoy en día, cumplir 50 años de matrimonio no es una tarea fácil. Muchas parejas han logrado cumplirlos, pero sin conseguir durante esa cantidad de años una relación estable, pletórica de amor y recíproca comprensión y entendimiento. El matrimonio formado por el Apóstol de Jesucristo, Hermano Samuel Joaquín Flores, y la hermana Eva García ha transitado a lo largo de cinco décadas por distintas etapas, demostrando en cada una de ellas la sólida relación que existe entre ambos.

Esta admirable historia de amor comenzó en el año 1961, en vida aún del Apóstol Aarón Joaquín González. Le tocó a este varón, justamente, ser testigo de la espiritualidad y santidad de vida de ambos jóvenes, quienes sostuvieron una relación de noviazgo ordenada, conforme a la disciplina cristiana, convirtiéndose en un modelo para decenas de miles de jóvenes que son miembros de la Iglesia La Luz del Mundo.

Consientes de la responsabilidad que implica ingresar a la vida matrimonial, el hermano Samuel Joaquín y la hermana Eva resolvieron unir sus vidas con el propósito de vivir como una sola carne hasta la muerte. Su proyecto de vida matrimonial no comprendía cincuenta años, pues la doctrina apostólica les dejó bien claro a ambos que el matrimonio, por su condición de indisoluble, es para toda la vida. El jueves 17 de mayo de 1962, el Hermano Aarón los unió en santo matrimonio, acto en que los fieles de Guadalajara honraron y desearon todo género de bendiciones a la feliz pareja.

Antes de unirse en matrimonio, el Hermano Samuel Joaquín colaboró en el Ministerio, entregando lo mejor de sí a la predicación del Evangelio. Como ministro en las Iglesias de Veracruz y Tepic, dio muestras de honestidad, sencillez y responsabilidad en el servicio, pastoreando con amor a las almas que el Maestro Aarón Joaquín ponía bajo su resguardo y dirección. Digno de reconocimiento es, asimismo, el esfuerzo, entrega y espiritualidad que la señorita Eva García mostró antes de desposarse con el hermano Samuel Joaquín, etapa en la que se distinguió por su piedad y buenas obras.

Ya casados, el Hermano Aarón los envió a pastorear a la Iglesia establecida en el puerto de Veracruz, donde ambos estuvieron a la altura de la confianza depositada en ellos. El hermano Samuel Joaquín apacentó con amor y evidente vocación las almas puestas bajo su cuidado, contando en todo momento con la valiosa ayuda de su fiel compañera, quien siguió siendo la mujer íntegra y sencilla que había sido siempre. En esa Iglesia, y posteriormente en la de Tepic, Nayarit, dejaron constancia de su trabajo desinteresado, virtudes y buenas obras, aspectos que fueron de grande ayuda para la Iglesia del Señor, y de entera satisfacción para el Hermano Aarón Joaquín.

El 9 de junio de 1964, tras 38 años de fecundo trabajo apostólico, el hermano Aarón Joaquín fue llamado por Dios al descanso eterno. Simultáneamente, Dios manifestó a los fieles congregados en Guadalajara, que el hombre que por decisión y elección suya dirigiría los destinos de su Iglesia sería el hermano Samuel Joaquín. De esa manera Dios le otorgó al Apóstol Samuel Joaquín el gobierno espiritual de su Iglesia, a la que ha llevado siempre de triunfo en triunfo.

Este suceso no desubicó a la ejemplar pareja, quien siguió procediendo con sencillez, esforzándose en todo, siempre con el propósito de agradar a Dios. La hermana Eva continuó trabajando con amor y denuedo bajo las directrices del Apóstol de Jesucristo, a quien reconoció desde el momento mismo de su llamamiento como el Enviado de Dios. El Hermano Samuel Joaquín, por su parte, se dedicó sin tregua ni reserva a la predicación del Evangelio.

En ese marco de felicidad, amor y mutua comprensión, Dios empezó a bendecir a su matrimonio con hijos e hijas: Benjamín, Azael, Rahel, Naasón, Betzabé, Uzziel y Atlaí, a quienes lograron instruir en la disciplina y amonestación del Señor. En todos ellos, así como en sus demás descendientes, lograron forjar –con sus consejos y ejemplo– hombres y mujeres temerosos de Dios, cuyo servicio y recto proceder en la Obra del Señor gozan del reconocimiento de la Iglesia del Señor y de los integrantes del Cuerpo Ministerial. A lo largo de sus 50 años de feliz matrimonio, la vida y enseñanzas de ambos han marcado ya a cuatro generaciones.   

Siguiendo el inmaculado ejemplo del Apóstol de Jesucristo, la hermana Eva consagró sus fuerzas a brindar ayuda constante a los que menos tienen. Con admirable amor, ha alargado su mano generosa al pobre y al menesteroso, dando consuelo a los afligidos, y enormes satisfacciones al Enviado de Dios.

Cinco décadas han transcurrido, y los que han estado cerca de ellos a lo largo de ese tiempo, son testigos de la excepcionalidad del matrimonio que hoy celebra sus bodas de oro. Un matrimonio donde convergen virtudes como la lealtad, el amor y el entendimiento, por citar sólo algunas; virtudes que han sido y seguirán siendo el sello que distingue a este matrimonio como una pareja excepcional.

La Iglesia La Luz del Mundo, presente en 48 naciones de los cinco continente, se congratuló el pasado jueves 17 de mayo en tan emotivo acontecimiento, elevando sus plegarias para que el Altísimo Dios siga bendiciendo al Apóstol de Jesucristo y a su fiel compañera, así como a su hermosa descendencia. ¡Felices bodas de oro! 

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